Carlos Fenoll, por Palmeral 2012

miércoles, 1 de febrero de 2012

PRÓLOGO de Carlos Fenoll

Prólogo para el poemario de Manuel Molina, Versos en la calle, «Silbo», Alicante, 1955. Un prólogo al que Carlos no se puede negar, se lo debe.


Al publicar este libro bajo el signo de Ediciones Silbo —el único número aparecido de esta publicación en Orihuela data de 1936— Manuel Molina obedece a un nostálgico gesto de su espíritu que demuestra, sintetizada en esta palabra, Silbo, toda la adolescencia y mágica belleza de su mundo de ayer, el fulgor de ese mundo mejor, ingenuo, maravilloso y encantado que todos dejamos detrás de los veinte años como un insospechado tesoro, como un perenne manantial de recuerdos y, también, como una lejana y dulce estrella de referencia y de contraste para el amargor y el dolor de nuestras futuras experiencias de hombres.

Aquellas hojas de papel de «hacer cometas», Silbo. Hojas de poesía. Dos números en diferentes tonos amarillos, más la citada edición, satélite de la revista, fueron los últimos hogares líricos, de fundación propia, de la ya casi desaparecida familia literaria y poética de Orihuela, de la que Ramón Sijé fue el cabeza, Miguel Hernández (1910) el primogénito y Molina (1917) el Benjamín.

En el vivísimo corazón —doblemente vivo por el fluir del entusiasmo y de la sangre de nuestro hermano menor quedó desconsolado el deseo de aportar su granito de poesía a aquellas de pan revuelo, prestigiadas por magníficos poemas de Juan Ramón Jiménez, Vicente Aleixandre, Pablo Neruda, Miguel Hernández y Carmen Conde.

Los primeros disparos de la guerra —preparábamos el tercer número, correspondiente al mes de julio— hicieron enmudecer al eufórico e impetuoso Silbo, dispersó a los silbadores y el Benjamín ya no pudo transmitir su mensaje.

Pero al cabo de diecinueve años, manejando en sus manos de nostalgia el ardiente material del antiguo deseo, el poeta-hombre reconstruye su lírica casita de poeta-niño, le coloca su dinástico escudo. Silbo, y cuando ya está listo observamos con dolor, que no es la misma, que el tiempo ha dejado su huella inconfundible.
La vida no pasa en vano en el corazón del poeta verdadero; pasa para dejar en él su dolor embellecido, ennoblecido, espiritualizado: su rastro de eternidad.

Aquel niño entusiasta y siempre maravillado era, en efecto, un poeta verdadero. No se ha hecho poeta. Los que se hacen no resisten la prueba de fuego del dolor de la vida, el acoso cerrado de las penas: dejan de cantar y se refugian en algo positivo.
Manuel Molina hombre, poeta sin remedio, fogueado y acosado, canta. Por nada dejará de cantar. Quien le dio esa misión no rectifica. El poeta esencial, como los astros en su girar sin fin, sólo obedece.
La obra, ya se ha dicho, es un reflejo del ser. Nunca tan verdad como en el caso de nuestro poeta. Su poesía es su propia valentía moral, su sinceridad, su bondad y su ternura.
Poesía verdadera en suma, reveladora de su inteligente conocimiento y concepción de la belleza.
Firmado: Carlos Fenoll. Fundador de Silbo


(Dibujo de Molina por Enrique Lledó)




(Archivo de Gaspar Peral Baeza)


Cuando Ramón Pérez Álvarez leyó este prólogo salto en ira cuando Carlos habla del "Oriundo" -Manuel Molina según Ramón- de una posible colaboración de Molina en "Silbo" y diciendo que éste, había pertenecido al grupo editor, siendo el "benjamín", le supo muy mal pues Molian nunca había pertenecido al grupo ni esperaban colaboración alguna de Manolo "Fue en cuestión un fabulador a su mayor glorai, montando uan tertulia inexitente, que ha sido desmontada, tanto por Ramón como por Poveda y Josfina Fenoll en "Batarro" de Albox.


CARTAS DE CARLOS A MANUEL MOLINA SOBRE EL PRÓLOGO

"He escrito de un tirón el prólog para tu antología. Eso debía ser el borrador, pero no me fío de mí; si trato de ponerlo en limpio sé que me saldrá otro prólogo, y así sucesivamente hasta no satisfacerme ninguno y renunciar a mandártelo. Cosas de nervios. Rectificando soy el terror; no dejo en pie ni una coma. Por esto he cerrado los ojos y lo he metido en el sobre casi con la tinta fresca. Descífralo: arregla alguna frase si no es muy feliz. Lo que quieras, pero ahí va. No quiero tenerlo en mi poder ni un cuarto de hora más 'porque quiero que lo recibas'.
Antes de empezar a escribir tomé todas las precauciones para no tenerlo que pasar en limpio, por lo que he puesto esas llamadas que te ayudarán a ponerlo en claro.»


(Barcelona, septiembre de 1953)


«A pesar de estar ya el prólogo en tu poder he decidido enmendarlo parcialmente, para dormir tranquilo. No estaba tranquilo. No estaba satisfecho; no me convencía, sobre todo, el final. Deliberadamente quise ser despreocupado, precipitado, en propia revancha contra mis terribles escrúpulos. Pero es inútil, no podemos ser de otra manera: los escrúpulos se han impuesto y me han hecho 'rumiar' una modificación, aunque no esencial, de la última parte, que ya me satisface más, que ya concuerda más con mi pensamiento y con la claridad.»

(Barcelona, 2 de octubre de 1953)