Por Mariano Abad 1)
Ha querido el azar depararme la buena fortuna de que encontrara, entre los papeles viejos de mi familia, dos poemas olvidados -poemas adolescentes, germinales, meros tanteos poéticos- de Carlos Fenoll. Como quiera que, publicados originalmente en El pueblo de Orihuela, han pasado desapercibidos hasta la fecha, el homenaje que La Lucerna rinde al poeta en este número constituye, sin duda, una ocasión favorable para restituirlos y devolverlos, de nuevo, a la luz.
Antes que nada, sin embargo, quizás no sea ocioso insistir en lo que, por otra parte, resulta obvio: estos poemitas no aportan nada nuevo al conjunto de la obra del escritor oriolano, ni en nada modifican la valoración que de ella hagamos: se trata tan sólo de dos de sus primeros intentos poéticos y el fiel de la balanza no oscilará , por ellos, ni un milímetro. Sabemos, además, que el poeta, siempre anhelante de una culminación definitiva de su obra, en un empeño continuamente aplazado, manifestó en muchas ocasiones el desapego, e incluso el franco rechazo que sentía hacia la poesía que había escrito: "Ya no me gusta nada de cuanto he publicado"... confiesa Carlos Fenoll en la correspondencia que mantiene con Francisco Martínez Marín. Incluso llega a declarar, en carta dirigida a Alfonso Roig, que "todo lo que he publicado no me sirve, no lo considero bueno, sin falsa modestia. Lo destruiría si pudiese" ¿Por qué contravenir, entonces la voluntad del escritor rescatando del olvido unas composiciones juveniles de muy escaso valor literario? Podríamos aducir muchas razones pero las palabras del propio poeta, mejor que las de ningún otro, nos servirán para declarar nuestro propósito. En 1951 F. Martínez Marín envió a Carlos Fenoll un ejemplar de la revista Juventud Mariana en la que se recogían unos cuantos poemas juveniles de Miguel Hernández. Dada la inspiración religiosa de la revista y teniendo en cuenta la fecha de la que hablamos, es comprensible que los poemas escogidos perteneciesen a la etapa primera de su poesía. Estas composiciones, cuando llegan a sus manos, evocan en Fenoll la amistad compartida, las ilusiones juveniles, las esperanzas comunes, y sobre ellos escribe:
"En fin, que estos últimos poemas que habéis seleccionado, si no desde un punto de vista literario -ya sabemos cómo los creó- desde el punto de vista arqueológico y nostálgico me parecen maravillas , y os lo agradezco con toda mi alegría porque los tenía profundamente olvidados y, con ellos, el hermoso mundo de ayer".
Los poemas que reproducimos a constinuación no destacan, es obvio, por su calidad literaria y carecen, desde luego, de cualquier mérito artístico. Pero no es su valor poético lo que los hace interesantes. Desde una perspectiva "arqueológica" -por utilizar la misma expresión* podemos interpretarlos, no obstante, como valiosos testimonios que quizás nos ayuden a reconstruir y comprender mejor la trayectoria vital y poética de Carlos Fenoll.
El primero, "Ramo de Rosas", apareció como "colaboración expontánea" (sic) en el número 103 de El Pueblo de Orihuela, con fecha 10 de febrero de 1930. Dos semanas más tarde; el 24 de febrero, en el número 105 del mismo periódico, el poema que lleva por título "Mariquilla". Estos dos números citados faltan de la colección de El Pueblo de Orihuela que está depositada en la Biblioteca Pública Oriolana. Quizás por ello estos dos poemitas no aparecen reseñados en las bibliografías que sobre Fenoll se han realizado.
Contaba Carlos Fenoll con diecisiete años. Poeta primerizo y autodidacta, escribe versos ingenuos, precipitados, en los que ni siquiera se reflejan todavía las influencias de otros modelos. Ecos, tal vez de un muy manido romanticismo... Sin duda el patrón sobre el que construye su poesía es el de los "trovos" a los qué tan aficionado era su padre. Sobre las formas estróficas habitualmente utilizadas por los troveros -décimas y quintillas- va engarzando nuestro poeta todos los recursos sobre los que aquellos se apoyan para facilitar la tarea de improvisar: rimas estereotipadas que llegan al ripio (alma/calma; escena/ fragancia buena; ilusión/pasión/ corazón...); predominio , en la misma línea, de rimas agudas, incluso infinitivos; hipérbatos forzados para conseguir la rima consonante; clichés expresivos, casi formularios del tipo "rosa fragante", "cabellos de oro"... Estamos ante una poesía inmadura que equivoca incluso el cómputo silábico: "y probando la calma"... Queda todavía mucho camino por recorrer, aunque la progresión será rápida.
Y sin embargo, desprenden estos poemas, tan imperfectos, una vitalidad y un entusiasmo verdaderamente desbordantes. A pesar de su tosquedad estilística estas composiciones y muchas otras semejantes manifiestan ya una clara voluntad de ser. A tan temprana edad, y con un estilo todavía sin pulir, Carlos Fenoll está sentando ya plaza de poeta en su ciudad: es él quien abre camino a Miguel Hernández para que publique en El Pueblo de Orihuela-, sus poemas son seguidos con interés por un cierto público juvenil; su nombre se prodiga en las distintas publicaciones oriolanas... Es ésa una etapa marcada por el entusiasmo, por las esperanzas, por la confianza en el futuro.
Estas expectativas, no obstante se verán frustradas en gran medida. La trayectoria vital de Carlos Fenoll nos muestra cómo este joven, que aquí se nos presenta confiado, "pletórico de ilusión", con la palabra "fervor" siempre en los labios estará de continuo debatiéndose entre la tiranía de las circunstancias y sus propios demonios personales. La conflictiva relación que a lo largo de su vida mantuvo con la poesía es hoy para nosotros casi tan interesante, como sus propios poemas. No fue para él la poesía algo ligero y alado, como quería Platón, sino que, como a un nuevo Prometeo lo fue devorando por dentro sin que alcanzase nunca la liberación definitiva.
Como Jacob, se debatió en la oscuridad de las tinieblas y luchó denodadamente con el ángel, pero a diferencia de aquél, fue derrotado. De ahí, quizás, la profunda dimensión humana de su obra.
RAMO DE ROSAS
A las bellas y simpáticas
señoritas que componen el
coro del Cuadro Artístico
del Sindicato Católico.
Pletórico de ilusión
y probando la calma
templé la lira del alma
y recité una canción.
Mi humilde y fiel corazón
que ya os admira y os canta
es el que hoy os levanta
con grande fervor y anhelo
hacia la cumbre del cielo
una canción sacrosanta.
******
Ramo de rosas fragante,
bello ramo de ilusión
prendido en el corazón
de este juglar, que amante
os admira a cada instante
con estremado fervor
y que le pide al Señor
que ya que sois tan hermosas
os dé dichas venturosas
en el cáliz del amor
******
¡Ramo de rosas prendido
sobre el trono de la escena
que dan su fragancia buena
al corazón compungido
de pesares y, al olvido
le hace hallar de su dolor
al aspirar su candor
que despiden primorosas
y que nos dan cariñosas
como emblema de su amor!
MARIQUILLA
Mariquilla, Mariquilla
muñeca de mi bazar,
alma pura de Castilla,
rosa fragante y sencilla
que ahora empieza a descollar.
Mariquilla, parlanchína,
la de mi voz cristalina,
la del cabello de oro;
la que con fervor adoro
como a una imagen divina.
Muñeca de mi bazar,
la que guardo con esmero...
¡Qué pena, que gran penar
sentiría si a comprar
te llegara un caballero...!
Te juro que moriría
Mariquilla, reina mía,
quimera de mi pasión...
¡Ay porque ya no tendría
consuelo mi corazón!
Mariquilla, parlanchína
la de la voz cristalina,
la del cabello de oro,
¡la que con fervor adoro
como a una imagen divina!
Carlos Fenoll. Orihuela
1).-Luis Marinao Abad Merino (Profesor de Secundaria)
Publciado en La Lucerna, año VI, nº 41, 1995