Carlos Fenoll, por Palmeral 2012

martes, 21 de febrero de 2012

Primera referencia biografica de Carlos se editó en la revista "Verbo" agosto de 1946



Espíritu y carne de un poetas: Carlos Fenoll

Las anchas y luminosas tierras del Segura tiene una expresión de austeridad cálida y rumorosa en Orihuela. Este viejo pueblo, cargado de recuerdos históricos v artísticos, siempre ha tenido una voz de alerta en la poesía. Una poesía popular, auténtica y humana. Hombres arrancados de esa tierra han vivido y cantado entre las paredes de esta añeja ciudad y han muerto entre sus brazos en el más completo de los silencios y olvidos.
Vamos a traeros a la memoria los más cercanos a nuestro corazón y vamos a detenernos en uno, en el presente: José María Ballesteros, Miguel Hernández y Carlos Fenoll.
Desde que éramos niños conocemos a Carlos Fenoll. Sus padres eran panaderos y él empezó este oficio, casi sagrado, teniendo como aprendizaje repartir la luciente y olorosa mercancía a domicilio de la cómoda clientela. En estas correrías, que él hacía con un magnífico humor, le acompañábamos muchas veces. Amenizaba el tiempo recitando versos y contándonos fantásticas historias que nos llenaban de entusiasmo. A veces estas leyendas eran larguísimas y tardaba varias jornadas en relatarlas hasta darles fin. Nosotros las seguíamos con creciente interés y ésta constituía nuestra más apetecida diversión.
Pasó el tiempo y su vocación literaria se fué (sic) acrecentando como su propia vida. Las horas que multitud de jóvenes mustiaban tristemente en ranas discusiones deportivas o frivolidades semejantes, las invertía nuestro admirable Carlos junto a un grupo de soñadores de la Belleza que, en las más apartadas dependencias de su casa, asimismo se había creado. Allí asistió el inolvidable Ramón Sijé, Miguel Hernández, Gabriel Sijé v otros que no por más anónimos fueron menos fervorosos. De aquí nacieron aquellas hojas amarillas— "Otoño fecundo"— que aún guardarán su permanencia en alguna biblioteca provinciana y que tuvo por nombre y lema este trino de jilguerillo verde: "Silbo", y en el que colaboraron con trabajos inéditos algunas de las glorias actuales de nuestro panorama literario, tales como Juan Ramón Jiménez y Vicente Aleixandre. Ediciones "Silbo" sólo dio a la luz un diminuto Opúsculo titulado "Poemas" y que firmaban Jesús Poveda, Justino Marín (nombre de pila de Gabriel Sijé) Y Carlos Fenoll. Los tres poemas con que limitaba su presencia allí nuestro poeta, eran francamente deliciosos. Sentimos no poder dar a conocer aquí ninguno de és¬tos por que los supervivientes de la venta (?) fueron condenados al fuego por Carlos Fenoll, que lleva su rareza e inquietud hasta el extremo de despreciar su obra pasada. Tanto es así este aserto, que a pesar de la vigilancia de sus más leales amigos, aún no ha podido recogerse en un volumen sus poemas pletóricos de humanidad y vida. De sus trabajos sólo perviven los que anualmente deja en las revistas de Semana Santa de Orihuela y algunos que le hemos conseguido arrancar para la nuestra, editada en Alicante, y que se conoció en toda España con el nombre de "INTIMIDAD POETICA".
Desde hace varios años, Carlos Fenoll se consume en Orihuela. Sus padres murieron. El se casó y tiene tres hijos, viéndose obligado a trabajar junto a la boca del horno que le roba sus mejores horas. Su vocación le arrastra hacia las canciones con una fuerza que no puede eludir. El Destino le lleva a su obligación con embestidas aun más bravas. Entre estas dos violencias él desespera a veces y recurre al aturdimiento para olvidarse de sí mismo.
Carlos Fenoll es joven todavía y aún la oportunidad no le ha cerrado todas sus puertas. Tiene mucho corazón y una nobleza que reluce en todas sus acciones.
Desde aquí una y una vez más, amigo Carlos te invitamos a la perseverancia y a la voluntad para que te mantengas siempre en el camino del Bien.
...Pero dejemos que él mismo nos cante su tragedia…

Manuel Molina.

(Cenrro de Estudios e Investigación Vicente Ramos, Ayuntamiento de Guardamar del Segura. Alicante. Encargada Otilia Maciá)


En este número publicó dos poemas "Hora indecisa" y "El canto encadenado", que ya había publcicado en "Intimidad poética" en 1944

HORA INDECISA

Ha llovido: y perdura, ya muy débil
un fragor de tormenta. El cielo está
cubierto de ceniza. Agosto sube
a su ahogado crepúsculo final.

Un pensamiento súbito: mañana,
en el alma de Europa, ¿cerrarán
las nubes de la guerra el horizonte
de esperanza en el tiempo de la paz?

¿Se ha de obrar el milagro que la salve,
—¡Oh, milagro de amor, de lumbre y pan!—
al hallarse una ruta de justicia
para los hombres de buena voluntad?

La ansiosa incertidumbre, y el paisaje
profundamente triste y hosco, dan
a mi espíritu un hondo sentimiento
de infinita piedad...


(«Verbo», 1946) (Escrito en septiembre de año 1939)



La II Guerra Mundial compezó 1 de septiembre de 1939, al componer este soneto está pensando en las terribles noticas que le llega bien en la radio o en prensa.

Guerra que comenzó con la invasión alemana de Polonia, el primer paso bélico de la Alemania nazi en su pretensión de fundar un gran imperio en Europa, que produjo la inmediata declaración de guerra de Francia y la mayor parte de los países del Imperio Británico y la Commonwealth al Tercer Reich. Desde finales de 1939 hasta inicios de 1941, merced a una serie de fulgurantes campañas militares y la firma de tratados, Alemania conquistó o sometió gran parte de la Europa continental. En base a acuerdos entre los nazis y los soviéticos, la nominalmente neutral Unión Soviética ocupó o se anexionó territorios de las seis naciones vecinas con las que compartía frontera en el oeste. El Reino Unido y la Commonwealth se mantuvieron como la única gran fuerza capaz de combatir contra las Potencias del Eje en el Norte de África y en una extensa guerra naval. En junio de 1941 las potencias europeas del Eje comenzaron una invasión de la Unión Soviética, dando así inicio a la más extensa operación de guerra terrestre de la Historia, donde desde ese momento se empleó la mayor parte del poder militar del Eje. En diciembre de 1941 el Imperio del Japón, que había estado en guerra con China desde 1937[2] y pretendía expandir sus dominios en Asia, atacó a los Estados Unidos y a las posesiones europeas en el Océano Pacífico, conquistando rápidamente gran parte de la región.