Carlos Fenoll, por Palmeral 2012

lunes, 6 de febrero de 2012

A CARLOS FENOLL. EN SU RECUERDO (Como se escribe un poema.-Y yo estaba allí)

Por Efrén Fenoll Felices 1)

Hablar de Carlos Fenoll. (Paramí, hermano Carlicos) no es cosa fácil. Pues a mi edad y con el recuerdo emocionado que siento, no es bueno para este corazón, (hoy ya "terciopelo ajado").
No puedo evadirme de estar presente en el homenaje que vosotros, jóvenes paisanos, dedicáis con la revista La Lucerna a su memoria.
Yo sólo os voy a relatar, cómo nace un poema, es la madrugada de julio del año 1932-33. Como otras muchas madrugadas. Carlos y yo, estamos en la Tahona preparados a la faena diaria, hacer pan para la venta del día. El horno ya está encendido, el fuego empieza a blanquear el techo de su bóveda; Carlos sentado en una vieja silla de enea y con el largo remo para ir moviendo el fuego encendido. En el regazo tiene un libro. Yo sentado junto a él, veo cómo el fuego se refleja en su cara, los ojos los tiene iluminados, como esas figuras que nos dejó Velázquez en sus cuadros. Allí y a estas horas, sólo nos acompañan el crepitar del fuego y el sonoro chirriar de un grillo que todas las madrugadas nos da su gratuito concierto.

Carlos está leyendo el libro. Le pregunto de que trata el libro y me dice que es de un poeta nuevo en España, es hispanoamericano: y se llama Rubén Darío (2), el libro lleva por título, Azul. Carlos ya se sabe algunos poemas del libro. Le digo: ¿Carlicos, te gustaría ser tan buen poeta como ese Rubén Darío? Me mira, y dice, claro Y yo sigo preguntando: ¿Y si fueras como él, dejarías de hacer pan? Ya lo creo. Y además a ti te mandaría a la mejor escuela para que no fueras panadero.

Quiero aclararos, que mi hermano era, desde la muerte de nuestro padre, mi tutor, mi guía... y mi héroe. Me pasé la mitad de mi vida, imitando sus cosas, hasta la caligrafía, con la que escribo. Todavía recuerdo emocionado que los primeros pantalones largos que vestí, eran suyos. Con ellos me figuraba que era un Carlos pequeño.
Carlos mira la cúpula del horno y me dice: Efrén, baja al mostrador y me subes algo del papel y ya puedes empezar a preparar la harina, el agua y la sal. Y allí dejo a Carlos, con el remo, su libro y el papel, y sus pensamientos.
Más tarde cuando subo al horno, veo a Carlos todavía con el lápiz en la mano y sumido en un profundo silencio. La luz del horno, está más quieta y el calor del fuego es rojo y estable. Yo, para romper su estatismo, se me ocurre decirle : mira Carlicos, el fuego del horno, parece un inmenso corazón rojo y vivo. Me mira sonriendo y dice: Efrén,¿ eso que has dicho se te ha ocurrido a ti, o lo has leído? Le respondo: Sí, el otro día estuve leyendo unas greguerías de Ramón Gómez de la Serna y algunos de esos piramidones líricos hicieron blanco en mi espíritu.
Carlos sonríe y dice: mira escucha, he escrito un poemita. Dice así: con su voz pausada como un rapsoda, recita los versos:

Quise que mi vida fuera
un viento en constante anhelo
de prenderse en otro cielo;
el inmediato al que viera.
A imagen de la palmera,
el gran querer de mi vida;
su afán glorioso de huida
quedó en vaivén ante el horno,
remando nube encendida.


¿Entonces, Carlicos es verdad que quieres ser como ese Rubén Darío? Por fin tus poesías ya no serán como un "Canto Encadenado". ¿No...?
En la atardecida de aquel día, llegan al horno en plan de tertulia, Miguel Hernández y el (Fefo) o sea José Murcia Bascuñana [también coincido por el Arriero]. Algo le habría contado el Fefo a Miguel, porque vienen riendo a fuertes carcajadas. Llega Miguel y el olor cálido del obrador, se llena de un olor fresco a huerta y a pasto de las cabras. Miguel nos trae la fragancia viva de toda la Vega Baja. Carlos y Miguel, hablan de verso y de medida de los sonetos y cuartetas. Cuentan con los dedos como los viejos tenderos. Los miro con curiosidad y asombro. El Fefo me canta el yo soy arriero de Marcos Redondo. A su modo él cree ser un artista. Y sabed que en este "Ateneo" de la Tahona, todo lo que se cree, se es, ya Miguel dejó escrito aquello de: En este horno se hacen versos como panes y panes como lunas" redondos, perfectos.

Carlos enseña a Miguel su poemita que hizo en la noche de aquel día. Lo lee Miguel y dice a Carlos: Carlicos esto es muy bueno. Carlos hace un mohín de disimulada complacencia. Pero yo, que estaba allí, me hincho como un globo de vanidad, que en verdad, creo ser yo el autor. Y me digo: ¡Releches viva mi héroe! El tiempo que no devuelve ni un sólo minuto, nos sitúa en el viaje sin retorno, donde la distancia es más corta que la de salida. Por ello, solo nos queda ir al punto de destino.

Quiero agradeceros la intención de este público homenaje que hacéis a mi hermano Carlos, que sólo tuvo en vida sus versos y su amor infinito a todos los seres de la tierra. Y estos valores los regaló a manos llenas. Solo tuvo en propiedad su "Canto encadenado".
Yo sigo llorando su recuerdo. Valladolid en su dorado otoño-1995, donde resido, pero vivir, vivir, siempre en Orihuela de la que nunca he salido.

(Artículo de La Lucerna, año VI, nº 41, página 23. Ejemplar facilitado Gaspar Peral Baeza)


1)Efén Fenoll Felices, nació en Orihuela ¿, murió en Valladolid en 2004. Miguel Hernández dijo de él: «Efrén, ese chico negro que rima con tren». No terminó su libro sobre Miguel Hernández. Se casó con Teresa. fue bibliotecario del Colegio San José, grcaisa ala recomendación de un cura. Se reafirmó en lo de la tertulia donde dice que se leía a Góngora y a Garcilaso en la tahona donde hacían «versos como panes y panes como lunas». No terminó su liro sobre Miguel Hernández. El catedrático Luis Miravalles Rodríguez le entrevistó en Valladolid, y de dicha entrevista escribió "Últimos recuerdos sobre la guerra civil, del poeta y su íntimo amigo Efren Fenoll", publicado en Argaya (Valladolid, Diputación Provincial) 2º época, 1990 nº 18, pp. 67-71,


2)Félix Rubén García Sarmiento, conocido como Rubén Darío (Metapa, hoy Ciudad Darío, Matagalpa, 18 de enero de 1867 - León, 6 de febrero de 1916), fue un poeta nicaragüense, máximo representante del modernismo literario en lengua española. Es posiblemente el poeta que ha tenido una mayor y más duradera influencia en la poesía del siglo XX en el ámbito hispánico. Es llamado príncipe de las letras castellanas.

"Darío llegó a España con el compromiso, que cumplió impecablemente, de enviar cuatro crónicas mensuales a La Nación acerca del estado en que se encontraba la nación española tras su derrota frente a Estados Unidos en la Guerra hispano-estadounidense, y la pérdida de sus posesiones coloniales de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam . Estas crónicas terminarían recopilándose en un libro, que apareció en 1901, titulado España Contemporánea. Crónicas y retratos literarios. En ellas, Rubén manifiesta su profunda simpatía por España, y su confianza en la recuperación de la nación, a pesar del estado de abatimiento en que la encontraba.
En España, Darío despertó la admiración de un grupo de jóvenes poetas defensores del Modernismo (movimiento que no era en absoluto aceptado por los autores consagrados, especialmente los pertenecientes a la Real Academia Española). Entre estos jóvenes modernistas estaban algunos autores que luego brillarían con luz propia en la historia de la literatura española, como Juan Ramón Jiménez, Ramón María del Valle-Inclán y Jacinto Benavente, y otros que hoy están bastante más olvidados, como Francisco Villaespesa, Mariano Miguel de Val, director de la revista Ateneo, y Emilio Carrere."