Carlos Fenoll, por Palmeral 2012

domingo, 29 de enero de 2012

TRALLAZOS


(Potro llameante. Anónimo)


Al mágico pescante del carro de la gloria
subieron los ensueños de seres mil y mil,
y luego fueron genios de máxima memoria,
cual dioses venerados y expuestos en la historia,
ejemplos de grandeza aplastando lo pueril.

Ensueños ideales en pos de lo futuro;
anhelos de grandeza con ansias de vivir,
con brotes de amor fuerte, callado, noble, puro;
antorchas encendidas para el mañana oscuro
debieran de toda alma brotar, nacer, surgir.

¡Qué grande ! ¡Qué gloriosa, fantástica pelea!
La fusta del ensueño hagamos restallar
y al son de los trallazos el potro de la idea
que vuele en pos del triunfo, ardiente como tea,
que vuele relinchando, que vuele sin cesar.

¡Oh brío poderoso! ¡Oh sangre enardecida
que bulles en las venas de loca juventud!
Proclama tu victoria, si quieres, conseguida,
pues tienes a tu paso lo bello de la vida,
lo único y hermoso: las flores y el laúd.

No importen los trallazos feroces del destino
al potro avasallante que llevas siempre en ti;
persigue el horizonte que alumbra tu camino,
no ceses en tu marcha, hermano, y, si cansino
alguna vez te sientes..., ¡me das la mano a mí!


Carlos Fenoll, revista Destellos, 15 de noviembre de 1930


Comentario de Ramón Palmeral:

Si tras leer este poema sublime, seguimos pensando es que Carlos Fenoll es un poeta menor, le acuso de no haber leído toda su poesía, y de habla de oídas.
En "Trallazos", se verifica desde el mismo instante, que el poeta se instala por derecho propio en la tradición “mironiana” de la época tras las lectura de “El Obispo Leproso” 1926 prosa-poética. Reconocemos más que un poema, una opera desde adentro con propia matriz y fuego.
Es sin duda para Fenoll un tiempo de búsqueda y hallazgos, y logros líricos desde las raíces de la identidad y de sus lecturas, muchas lecturas.
En el versos "y al son de los trallazos el potro de la idea/ y al son de los trallazos el potro de la idea"... Vemos una metáfora con imagenes entre surrealista y anticipadas dalinianas y oníricas, de un caballo llameante y una evocación de furia y fuerza y latigazos. Lo que pintó Salvador Dalí fueron jirafas llameantes.
Si dedicamos una lenta y repetida lectura al poema seremos abrasados al descubrir la claves a la que pertenece la idea subliminar de no rendirse. En “Trallazos" reclama el nombre de un gran poeta y en con el verbo a un gran literato.
Sin embargo, la falta de una práctica continuada o encargo bucólicos que llevaron a abandonar el camino empezado en los años 30. Los años duros de la posguerra en Cataluña le impidieron continuar sus creaciones.
Cuando no se quiere ver es inútil una operacion de los ojo del alma. ¿He dicho!