Carlos Fenoll, por Palmeral 2012

sábado, 21 de enero de 2012

Entrevista a Carlos, publicada en ACB, 1978, por José María Moreiro


(Fografía de Carlos que aparece en el reportaje de ABC)


ABC. "MIGUEL HERNÁNDEZ EN EL TESTIMONIO DE NUEVE AMIGOS.
(Suplemento Semanal del ABC del 26 de marzo de 1978) (pinchar AQUÍ para ir a la Hemeroteca.


(Archivo de Gaspar Peral Baeza)


Carlos Fenoll, el panadero (Donde contó parte de su vida).

Un buen día, la suerte nos llevó a una de esas calles barcelonesas, sombreadas, estrechas y sucias, que conforman el laberíntico cinturón del barrio chino. Allí vivía, casi desde el año 1947, rodeado de una pobreza digna, hundido en el anonimato, siempre ganándose el pan con el pan, el panadero oriolano que fuera el mejor amigo de Miguel Hernández, aunque la elegía pueda hacernos suponer hoy otra cosa. En la vieja tahona que Carlos Fenoll regentaba en Orihuela dijo Miguel Hernández sus primeros versos cuando, por las tardes, abandonaba el hato de cabras. A ella volvería, la víspera de su definitiva detención, a abrazar a su amigo Carlos. La amistad entre ambos queda testimoniada en cientos de cartas, muchas de las cuales hoy han desaparecido. Luego sobrevendría la muerte de Miguel y Carlos Fenoll, bajo el efecto de aquel terrible mazo, quemó cartas, abandonó el verso, malvendió cuanto tenía y fue refugiarse, con los suyos, en una barraca de Montjuic hasta que, al fin, pudo alquilar una humilde vivienda en la calle de la Aurora, donde viviría ya hasta su muerte.
Con Carlos Fenoll desaparecía un ser extraordinariamente sensible y abofeteado por el destino y el único biógrafo posible de Miguel Hernández.
Sus palabras tienen hoy ya el valor de un documento.
Fue difícil convencerle pero, al fin, Carlos Fenoll -cuyo nombre salta pronto al hojear cualquier biografía de Hernández- venció su profunda desgana, perfectamente traslucible en estos antepenúltimos, y amargos, versos suyos:

Todo canta, sin duda, en torno mío.
Mas todo, hasta el amor, está ya muerto
para mi en este instante -que no acierto
nunca a vencer- de espeso y lento hastío...


y decidía romper con el dolo¬roso silencio que a sí mismo se había impuesto. Luego dio una enorme brazada, de treinta años, y comenzó a tirar del hilo con timidez
-El año 47 vine a Barcelona La panadería de Orihuela se había convertido en un neo o do ramoso y la dejé Fuimos trece hermanos, a pesar que mi padre murió a los cuarenta y dos años. En aquellos tiempos se daba una gran mortalidad infantil, así que los matrimonios procuraban tener muchos hijops con el fin de que el menos la mitad sobrevivieran. Y, que hacía el número tres, era el mayor cuando murió mi padre. [tenía 17 años]. Fue duro. En aquel entonces había, por lo menos, dieciocho panaderías en Orihuela.
La conversación parece que va a morir a cada instante, que todo intento de reavivarla será inútil, pero Fenoll, el hombre sencillo que habla con la insospechada elocución de un catedrático humilde, desdice al Plauto, se transforma en Carlos y vuelve a dar unas brazadas, inmerso en sí mismo, y se vuelve como un jarro de onzas sobre el hule.

(El resto de la entrevista va sobre Miguel Hernández y su reuniones en el alcabor, con "b", no con "v")