Carta publicada por Jesus Poveda en su libro (1975,pp-188-189), posiblemente de los años 1940, cuando el matrimonio Poveda se encontraba en el exilio de Santo Domingo. Donde podemos apreciar a un gran redactor, firme y de prosa contundentem donde les comenta su intención de esscribir un libro que se titularía "Mi canción de otoño". (Libro que no aparece en su bibliografía).
Queridos hermanos Jesús y Josefina: Ahora me he convencido plenamente de que no podré curar nunca de mi fatal pereza en esto de escribir, pues hay que ver las veces que he tenido el propósito firme, roquero, de poneros unas letras, y otras tantas veces se me ha transformado en espuma. -Pero tened la seguridad absoluta de mi cariño a vosotros, de mi recuerdo constante, pues no quita una cosa a la otra. ¡Cuántas veces pienso con inquietud!: ¿qué será de ellos? ¿Qué harán en este momento? ¿Qué aventuras- dichosas o desdichadas les reserva el enigmático porvenir? Y no sé qué clase de voz o de luz indica a mi sangre la huella de vuestros pasos, entrelazada huella de un mismo y gozoso amor, y mi sangre presiente mucha felicidad para vosotros al final de ese camino aventurero.
Así sea -Nuestra casa común, la de nuestra madre, sigue el mismo ritmo de vida: la normalidad de trabajar, luchar un poco por las diarias e iguales exigencias de la gente, comer, etc. En la mía, una novedad: con la mesica de la cocina, tres o cuatro libros viejos, seis reales de cuartillas, un tintero y una pluma de la corona me he hecho un despacho. Estoy encantado. Esto me anima a escribir . . . y fumar sin descanso.
He escrito una cosa que me gusta, pero que no pienso publicar, pues quiero reunir un número determinado de cosas para hacer un libro. Esto se titula "Mi canción de otoño". Como los poetas están clasificados en épicos, festivos, etc., yo presento en este trabajo, y les hago cantar, respectiva mente, a cada ejemplar de éstos su canción del Otoño. Resulta una cosa original y amena, pues, lógicamente, queda pa¬tentizado el temperamento poético de cada uno en su canción. La mía es la última. Yo represento al poeta de poesía sola, como dirías tú, al poeta humano, generoso de sentimientos, loco de belleza. Por ejemplo, mientras mi canción es profundamente espiritual, dulce y amarga, como la vida, la del poeta épico es metálicamente sonora, de grandilocuencia bélica. Si yo digo que todo lo que muere de la naturaleza ante nuestros ojos muere como con una santa conformidad y dulzura, él dice, pues las hojas son en su concepto simbólico inmensas legiones de soldados:. . . "De tus inmensas legiones de hojas, todas gravísimamente extenuadas, estas que caen ya y que parecen morir con una santa conformidad y dulzura, es eso: que mueren en el estado de gracia del deber cumplido".
Preparo, es decir, proyecto otros trabajitos para realizarlos seguidamente. ¡Me ha salvado el despacho!
Nuestro Antoñín está muy bien. Cada minuto es más granuja. Ahora está durmiendo, y bien que se nota. "Concha" (Ascensión, su mujer) está junto a mi leyendo a Manuel Linares Rivas en "Mal año de lobos". Me da una cestita llena de ganas de veros pronto, y con unos cuantos abrazos para ahora. Cuando vengáis ya seremos cuatro. . .
Os quiere y os abraza muy fuerte, muy fuerte, vuestro hermano, Carlos".