Carlos Fenoll, por Palmeral 2012

miércoles, 7 de marzo de 2012

Carta de Carlos a Joaquín Ezcurra


Estimado amigo Joaquín Escurra:

El viernes, 12, recibí la revista OLEZA que me anunciabas en tu carta, y hoy domingo que dispongo de tiempo mío lo primero que estimula mi actividad espiritual es el pensamiento de contestarte.
Te recuerdo perfectamente, como si te estuviera viendo catorce años atrás: «el pequeño Ezcurra», según te llamaba yo in mente. Para mí ya tenías personalidad. Eras un chiquillo fino e inquieto, y muy inquisitivo de las cosas artísticas, con un rápido fuego Inteligente en los ojos. Hablarías personalmente poco, sí; creo que una vez o dos, no sé, no estoy seguro. De lo que si estoy cierto, sin embargo, es de que, aunque desde lejos, yo te tenía afecto.
Otro que me dejó una fuerte impresión de personalidad propia, y que por nombrármelo en tu carta le recuerdo ahora con precisión y mucha simpatía, es a Enrique Lucas. Tenía un carácter tranquilo y soñador, y lo tendrá probablemente, y su corazón era un corazón de poeta. También recuerdo ahora mismo con afecto a Emilio Bregante, buen amigo y buen artista del dibujo, y al algo serio o quizás espiritualmente recatado Antonio Escudero, que siempre me dio una impresión de equilibrio o más bien de inalterable serenidad. Todos vuestros nombres, y el de Antoñito García [Molina Martínez], al que me unía una directa amistad entrelazada con la de Gabriel Sijé, me han traído a la memoria los días de Orihuela en que yo estaba lleno de un maravilloso entusiasmo creador, pero al mismo tiempo de grandes crisis de pesimismo y de locas reacciones. Días más bien dolorosos, pero en los que siempre aleteaba una vaga forma de esperanza, suficiente para no ser uno desgraciado del todo. ¡Qué lejos el terrible caos de mi juventud! Hoy, con 49 años, soy más viejo que Matusalén, espiritualmente; a tan infinita distancia me veo de aquella ludia que dudo ser yo mismo.
Ahora vivo ya sin pasión, bastante resignado con mi destino: hacer pan cada día y versos de vez en cuando, muy raramente, por puro pasatiempo y, desde luego, sin el más mínimo afán de gloria ni nada de eso, puesto que siempre lo rompo todo. He acabado por aceptar, en fin, y ya sin amargura, la realidad de mi incapacidad [p]sicológica para el éxito. No obstante, para complacerte, escribiré algo para tu revista y te lo mandaré a la mayor brevedad. OLEZA tiene una dignísima presentación y está muy inteligentemente enfocada y realizada con suma pulcritud y gusto. Te felicito de todo corazón por este desinteresado esfuerzo en pro de prestigio de nuestra magnifica Orlhuela. La foto de Miguel me ha impresionado mucho. Yo estaba presente en aquel acto, pero ignoraba la existencia de este valioso documento gráfico. A todos los admiradores de Miguel que lleguen a verla estoy seguro que les causará sensación.
Como en los límites normales de una carta no es posible, dentro de los próximos días te escribiré unas notas sobre la vida y milagros de nuestro poeta, inéditas, en el ambiente de la calle de Arriba.
Recibe ahora un afectuoso abrazo de un amigo que te agradece te hayas acordado de él. Un saludo cordial también para los demás amigos. Y otro al Pájaro Mirlo, símbolo de nuestra muy leal y muy noble tierra.

CARLOS FENOLL (Barcelona, sin fecha, sobre 1961)

Sin embargo, Carlos se olvidó o no quiso colaborar en la revista OLEZA y no le envió el poema prometido ni quiso contarse cosas sobre Miguel ni de Sijé. He hecho no publicó nada en esta revista.
En esta revista colaborada Juan Fenoll Villegas, primo de Carlos.

Los corresponsales no se volvieron a escribir más. A continuación la carta a modo de respuesta y supuesto enfado.


CARLOS FENOL, POETA DE LA AUSENCIA

Carlos Fenoll, hubiera sido un gran colaborador de esta inquieta revista. Pero el añorado poeta, extraordinario para nosotros, humano en sus crisis y rarezas, incomprensible a veces hasta para él mismo y genial siempre, desapareció un día de Orihuela abandonando su calle de Arriba, la calle donde naciera [viviera] Miguel Hernández. Por la puerta de su casa, por la panadería de Carlos Fenoll pasa¬ba todos los días el autor de Autos Sacramentales con sn rebaño de cabras. Carlos era ya un hombre, amasaba pan y hacía versos. Era un poeta, un soñador, un bohemio, un enamorado de las noches calurosas de una Orihuela bañada en azahar. ¿Dónde están, querido Carlos, aquellos tus versos con ángeles manchados de harina? «Y yo en vaivén ante el horno remando nube encendida».
Al calor del luego de ese horno de Carlos se encendieron las inquietudes y los ímpetus de Miguel Hernández y Ramón Sijé. Los dos se inyectaron ese fuego en sus venas. Les faltaba anchura para la profundidad de sus pensamientos. Al calorcillo de esas diarias tertulias acudían más poetas oriolanos, más jóvenes, casi niños. Jesús Poveda, hoy en Méjico; Manuel Molina, en Alicante: Justino, hermano de Ramón Sijé, fallecido en plena juventud creadora; Adolfo Lizón, en Portugal. Josefina y Efrén, hermanos de Carlos, también ausentes, completaban los personajes de aquellas tertulias en donde se tuteaba a San Juan de la Cruz, Jorge Manrique, Calderón de la Barca y Góngora.
Murió Ramón Sijé, novio de Joseflna Fenoll, y Miguel Hernández escribió sus dos famosas Elegías; «En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería», «En Orihuela, su pueblo y el mío, se ha quedado novia por casar la panadera de pan más trabajado y fino, que le han muerto la pareja del ya imposible esposo».
Paso con frecuencia por la calle de Arriba y comprendo la ausencia de Carlos Fenoll. La panadería está igual que entonces, pero cerrada. Vivir allí sin ellos no era vivir. Una catástrofe de tormentas mató a Miguel, a Ramón y Justino y dispersó a los otros. Carlos era el padre de todos, pues cuando Miguel Hernández y Ramón Sijé quisieron, siendo niños, vestirse de hombres, haciendo de la filosofía y poesía un juguete de la vida, ya se habían escrito en la panadería muchos versos. «¡Llorar es salvación! jOh!, qué alegría siento al verme ante ti, Señor, llorando como hace tiempo que llorar quería Conforme voy mis vicios recordando más deseo mirar¬te en tu Agonía, porque quiero, Señor, irme salvando»...
Mucho tiempo he deseado encontrarme con Carlos Fenoll. Por fin contestó a una de mis cartas, precisamente la que publicamos. Obligado por la tardanza de la colaboración prometida, y en la cual había de hablarme de cosas intimas, e inéditas, de Miguel Hernández y Ramón Sijé, insistí con telegramas de urgencia, y ya cerrando la edición, Carlos me escribe: «Perdona, pero me falta inspiración, momento, centro y lugar, reposo de espíritu».
Carlos aún lleva en su interior la catástrofe y la tragedia que mató a unos y dispersó á todos, recuerdo que le sigue y persigue como un rayo que no cesa, que le atormenta y le duele, dolor que no puede disimular en sus versos; «Las sombras de los seres que he perdido, la luz de los que amo en el presente; el odio de mi sangre, el más vehemente; el sueño de mi alma más querido»; «El poder del recuerdo abre las fosas, y el odio y el amor pueden más, tanto, que renuevan, sin fin, todas las cosas»...
Gracias, Carlos, por los versos inéditos de Miguel Hernández que me envías en compensación a esa falta de «momento espiritual, propicio y feliz». Duro es el esfuerzo de catorce horas de trabajo. ¿Por qué trabajan los poetas? Miguel te dijo en una de sus cartas, «que más valía hacer un pan que un periódico». Miguel no fue sincero en esta ocasión. Escribe, que Orihuela se ha quedado sin poetas.

Joaquín Ezcurra Alonso



NOTA.-
Nuestro agradecimiento a César Moreno director de la Biblioteca Pública Fernando Loazes de Orihuela, por facilitarlos copia de la revista “Oleza” de junio de 1961. Gracias a la intermediación de Aitor. L. Larrabide.