Miguel Hernández y el Flamenco
Es lógico reconocer que la relación de Miguel Hernández con el flamenco no es de la misma dimensión y amplitud de la de otros escritores, poetas y músicos de su época: Villaespesa, Lorca, Falla, Rafael Alberti… Sin embargo, un análisis detenido de su obra y de su vida nos llevan a admitir que Miguel Hernández puede ser objeto de una reflexión seria sobre lo que significó el flamenco en su creación literaria: “llegó con tres heridas: /la del amor, / la de la muerte, / la de la vida.// Con tres heridas viene:/la de la vida, / la del amor, / la de la muerte. // Con tres heridas yo: / la de la muerte,/ la de la vida, / la del amor” (Del Cancionero y romancero de ausencias”).
Sin la menor vanagloria, pero con la mayor certeza, puedo manifestar que con mi disco (Lp) “Cantes a los poemas de Federico García Lorca” (Madrid, 1970) y con el del tristemente desparecido Enrique Morente (1942-2010) “Homenaje flamenco a Miguel Hernández” (1971), inauguramos una tendencia consistente en adaptar textos de la llamada “poesía culta” a los ritmos y estilos del flamenco. Una tendencia poco frecuente en aquel momento, que en el ámbito de este “arte popular” fue realmente impactante. Tendencia rápidamente en ascenso gracias a cantautores y cantaores (Paco Ibáñez, Serrat, Jarcha, María del Mar Bonet, Francisco,Manuel Gerena, Camarón de la Isla, Carmen Linares, José Mercé, Curro Piñana, Paco Moyano, etc.); sin embargo en el campo flamenco resultaba sumamente inédito.
Veamos, al menos una primera similitud entre flamenco y Miguel Hernández, ya que uno y otro fueron maltratados y, durante mucho tiempo, sepultados en la cuneta del olvido. En la mente de cualquier “aficionado” está vivo el recuerdo de que el flamenco, desde su primera manifestación en el siglo XIX y hasta bien entrado el XX, sufrió terribles acosos, desprecios, olvidos y derribos por parte de la prensa, escritores, poetas y de la intelectualidad en general, tal como expresé en mi ensayo “Flamenquismo y antiflamenquismo en la Generación del 98” (Universidad de Málaga, 2008).
No se olvide que el flamenco representó para las elites culturales y de poder una especie de contracultura, el flamenco era – por qué no decirlo- OTRA MUSICA, OTRA ESTETICA, OTRA POESIA. También hubo excepciones: Demófilo, Salvador Rueda, Martínez Torner, Rubén Darío, Lorca, Villaespesa, Moreno Villa, José Sánchez Rodríguez, Narciso Díaz de Escovar, Arturo Reyes…
Esta misma animadversión ya la encontramos en el periódico “La Crónica”, de Orihuela, y en el “Diario de Murcia”, allá por el año 1886, donde puede leerse: “Hemos oído decir que uno de los cantaores que hacían las delicias de los aficionados en esta última temporada en el Café Europeo, cansado de los efímeros goces del mundo, ha ingresado en uno de los conventos de la ciudad”. Son muchas las referencias literarias sobre el desprecio hacia el flamenco, imposible reseñarlas aquí.
Podríamos establecer el “doble paralelismo” entre Miguel Hernández (olvido-desprecio) y el flamenco (olvido-desprecio), dado el desprecio de sus “letras flamencas” al no ser incluidas en el corpus de su obra y poesía completa, cuando es totalmente cierto que Miguel Hernández escribió “letras/coplas flamencas”, casi inéditas. Un análisis objetivo nos revelaría los desprecios-olvidos hacia el poeta oriholano en cuanto a las coplas flamencas que él compuso. Concepto mantenido – no con la misma virulencia del siglo XIX – en la actualidad. He aquí, pues, el sentido de nuestra reivindicación discografía en la persona del lírico poeta Miguel Hernández.
Está suficientemente demostrada la gran afición, desde su juventud, de Miguel Hernández por el trovo, manifestación poética de enorme popularidad en el Sureste español. Francisco Martínez Marín nos da testimonio escrito de la pasión Miguel Hernández por el trovo en su “Miguel Hernández y el Flamenco: las coplas”. Y allí puede leerse:
“… En el Bar España (Orihuela) tenían los taurófilos y los cantaores del género grande y chico sus reuniones, cerca del salón del Cine Novedades, inaugurado en torno a 1917. En ese café-bar solía cantar Antonio García Espadero, “Niño de Fernán Núñez, y el Mamaíllo. Como allí Miguel y sus amigos jugaban la partida, un día de 1927, ante don Francisco Martínez Arenas, gran aficionado y gerente del Novedades, se quedó el cantaor falto de letrillas y D. Paco (…), sabiendo a Miguel capaz de improvisar, le hizo escribir unas coplas en una servilleta de papel que trasladaron al mármol de la mesa del “Niño.
Gracias al hijo de don Francisco Arenas, Paco, que las guardó, hoy sabemos que el Niño de Fernán Núñez pudo seguir deleitando al público, gracias a Miguel. Estas “letras flamencas” que compuso el poeta fueron publicadas en 1959 por Luís Muñoz González en “La poesía de Miguel Hernández”. Universidad de Concepción (Chile). Reseñemos, al menos, algunas:
QUE EN LA TABERNA MURIÓ
NADIE DIGA A SU VECINO
QUE EN LA TABERNA MURIO,
UN QUERER QUE ENTERRÓ YO
DENTRO DE UN VASO DE VINO.
LAS OLAS DEL MAR SALINO,
LAS PENAS DE MIS PESARES,
UNA SE FUE Y OTRA VINO.
COMO LUCEROS Y ARENA,
TE DOY UN BESO SI DICES
EL NUMERO DE MIS PENAS.
Ahora bien, ¿cómo llega el flamenco a Miguel Hernández? Es lógico pensar que el poeta se aficionaría de manera natural, bien de forma directa, bien a través de la tradición de los cantaores que pasaban por Orihuela, y pueblos cercanos de Murcia…, especialmente los mineros (La Unión, Cartagena, Totana….). También cabe pensar que Miguel conocería los escritos de Lorca relacionados con el flamenco, dada la amistad entre ambos: “Poema del Cante Jondo” (1921), “El Cante Jondo. Primitivo canto andaluz” (1922), “Romancero gitano” (1927, “Teoría y juego del duende” (1930), “Arquitectura del Cante Jondo” (1921), etc.
Desde mi punto de vista, me imagino que sería la “tradición oral” la que mayor influencia ejerció en el poeta. Asimismo, sabemos que hacia el año 1926 Miguel logró alcanzar amistad con el poeta Carlos Fenoll, el más flamenco de la “Tertulia de la Tahona”. Ambos profesaban una profunda y arraigada afición a los toros, arte íntimamente relacionado con el flamenco. Y no menos sería la influencia de los cafés cantantes establecidos por Murcia, Alicante, Elche, Orihuela, por donde llegaron a pasar las figuras del flamenco de aquella época: Juan Breva, La Cuenca, Rojo el Alpargatero, La Chata, y otros tantos, cuya lista sería interminable.
Por otra parte, se conoce bien que en 1886 un periódico de Orihuela (“El Oriholano”) recoge muchos cantares flamencos que, sin duda, repercutieron fuertemente en Miguel Hernández: “Subí a la sala del crimen / y le pregunté al Presidente / si querer es un delito / que me sentencien a muerte”, leemos allí.
Miguel Hernández se autodefinió como “Voz de las venas de la tierra, de todo lo puro que hay en ella…”, “voz de las raíces, la voz bronca / y dura de sierra levantina”. Esto hizo que los poemas de Hernández no entraran en el repertorio de los cantaores; hoy, afortunadamente, han cambiado los viejos prejuicios, lo que ha hecho que los cantaores vean el flamenco como un sistema complejo de vivencias que expresa el mundo íntimo, personal y apasionado del ser humano. Por tanto, todo puede ser “cantable”, por cuya razón y sentido los cantaores de hoy intentamos, con más o menos suerte, interpretar los sentimientos más profundos de aquellos poetas que han sabido captar los “puntos cardinales” del llamado Cante Jondo: el amor, la soledad, la pena, la muerte…Dios.
Creo que el inmortal poeta de Orihuela (Alicante), MIGUEL HERNANDEZ GINER (1910 -1942) supo captarlo y expresarlo con la mayor belleza posible. Nada, pues, tiene de extraño que el Centenario de su muerte haya sido un revulsivo en el complejo y enigmático mundo flamenco, patrimonio – lo digo a voz en grito – no exclusivo de Andalucía, pero sí “Patrimonio Inmaterial de la Humanidad”, tal como lo ha proclamado la UNESCO (16/XI/ 2010).- Por tal razón, Julio Fajardo y yo nos hemos decidido a interpretar en flamenco los sentimientos más líricos y poéticos de Federico García Lorca y Miguel Hernández.
Alfredo Arrebola, Profesor- Cantaor.- Villanueva Mesía-Granada, septiembre/2011
De mismo título tenemos el trabajo "Miguel Hernández y el flamenco" de José Gelardo Navarro. Ágora, revista nº 13.