Lugar más destacado entre estos jóvenes ocupa, por su obra, el panadero Carlos Fenoll Felices, Carlicos para su familia y amigos. Nació en 1912 y en los momentos juveniles del grupo era el que parecía más encaminado hacia la poesía, a pesar de haber aprendido a leer y escribir entre muchas penurias. La muerte prematura de su padre hizo que asumiera pronto las responsabilidades del negocio familiar y el cuidado de varios hermanos que sobrevivieron de los trece que el matrimonio engendró. Gran gustador de vino y toros, de flamenco y versos, Miguel Hernández tuvo con este muchacho franco y alegre un trato fraternal y estimó sobremanera sus aptitudes. Fue Fenoll quien, aunque de menor edad, llevó al joven pastor a publicar sus primeros versos en El Pueblo de Orihuela y quien dio noticia de él a los lectores: "A Miguel Hernández, el pastor que en la paz y el silencio de la hermosa y fecunda huerta Oriolana, canta las estrofas que le inspira su propio corazón", escribió en la dedicatoria de su «Sonata pastoril» (1). "Gran poeta y extravagante panadero", en opinión de Ramón Sijé, este le presentó, a su vez, a los lectores del Diario de Alicante el 11 de febrero en 1932 sin tener conciencia exacta, quizá, de hasta qué punto entraba en los secretos del alma del amigo: "Un inquieto -de vida y horizontes- es este poeta, pariente de Eduardo Poe, gran melancólico y bella flor de artesanía. Aquí os lo presento, enlutado rondador y bohemio".
Desde los diecisiete años Fenoll publicó asiduamente en las revistas oriolanas del momento, sobre todo en Actualidad y alentó, en 1936, la que estaba llamada a ser la empresa poética más trascendente de Orihuela, la revista Silbo. Pero el mundo literario y humano de Carlos se fue diluyendo alrededor de él, mezclado en desdicha: la muerte de Sijé, la Guerra Civil, el exilio americano de dos hermanas -y de su cuñado Poveda-, la muerte de Hernández y la de Gabriel Sijé. El poeta vitalista y alegre se convirtió a la fuerza en un hombre ganado por el desencanto y el pesimismo, y su alma encadenada comenzó a transitar los caminos tenebrosos de la ruina moral.
Alma, rasga tu noble vestidura,
que es la hora que a mí me precipita
a un infierno de alcohol y de locura (Hora maldita, 1 943).
Queriendo esquivar el tormento estéril de los recuerdos, arrasó para siempre los papeles -cartas y poemas- que lo unían al desventurado Miguel. Y ni así consiguió aligerar la carga abrumadora del pasado. Tuvo también momentos gozosos en los que quiso comenzar de nuevo e ir, "irresistiblemente, hacia todas las bellas cosas eternas, con la admiración y el entusiasmo invencibles de los que vuelven del infierno”(2). Pero el desaliento era más fuerte:
...siempre habrá un dejo de amargura en mi canto
mientras llore mi alma su pesada cadena (Canto encadenado).[1944]
En medio de una situación personal y económica agobiante, vendió su casa y marchó lejos, a una ciudad que conocía bien y en la que vivió muy modestamente hasta su muerte, con el ansia, en dedicación exclusiva, de sacar adelante a su familia. Entregado a otras preocupaciones, se le fue haciendo cada vez más difícil y lejana la escritura. "Estoy seco, vacío, hasta la angustia”(3). Sus amigos escritores quisieron rescatarlo de la abulia que lo atenazaba, y le pedían colaboraciones esporádicas, pero él daba respuesta con dificultad. No se trataba de pereza exactamente. Además de las cotidianas fatigas materiales, la causa última de su renuncia literaria tenía nombre de desesperación: un desánimo de ida y vuelta que nunca logró conjurar, quizá por la conciencia insoportable de reconocerse inferior a sus aspiraciones: "Yo -me digo- estoy muerto, más muerto que Miguel. Él vive en su obra, y yo tengo el funesto presentimiento de que no realizaré ya ninguna”(4).
Pudo haber sido poeta de juegos florales -talento poético le sobraba para ello-, y prefirió callar y hasta arrepentirse de casi toda su producción. Hernández le había dicho tiempo atrás: "Pierde la mitad de valor el verso que se dice y gana el doble el que se queda en la garganta”(5). Y Carlos se mantuvo fiel a este dictado, incapaz de poner en letras sus anhelos. "Se me desalienta el amor a la belleza, más cada día, por hacérseme la belleza cada día más imposible", escribió en 1961 a Antonio García-Molina (6).
Nunca pudo olvidar sus penas. Murió en Barcelona, el último día de 1972 sin haber alcanzado la Belleza.
Fenoll no publicó ningún libro, pero dejó un buen número de poemas apreciables desperdigados en publicaciones olvidadas. En 1978 su amigo Manuel Molina editó Canto encadenado, una antología realizada a partir de las composiciones que pudo reunir.
Su formación literaria no fue muy distinta de la de Hernández(7), y sus poemas juveniles mezclan tardíos resabios románticos y modernistas, previsibles y manidos clichés literarios y mucho ripio de versificador ágil. A partir de la experiencia literaria de Silbo, va apa¬reciendo el mejor Fenoll, que transita ya por mundos más íntimos y a veces incluso perturbadores. Por eso, a un hombre de obra tan breve no se le haría justicia literaria mostrando su poesía completa, pues el peso de las composiciones iniciales desequilibraría lamentablemente el juicio que sobre el poeta pudiéramos establecer. Una selección crítica de aquellas, junto a lo mejor de su madurez, nos devolvería el interés por un poeta hoy silenciado(8).
NOTAS
1).- 30 de diciembre 1929
2).-Carta a Vicente Ramos de 11 de diciembre de 1946, en "Evocación de Carlos Fenoll (Carta ajosé Luis Zerón Huguet)", La Lucerna, n.° 41 (diciembre 1995), pp. 20-21.
3).-Carta de 26 de febrero de 1952, ¡bíd., p. 21.
4).- Ib id, p. 21.
5).-Cada de Miguel Hernández a Carlos Fenoll de febrero de 1936.
6).-Carta de 1 de agosto de 1961, en "Carta inédita de Carlos Fenoll a Antonio García- Molina", La Lucerna, cit., p. 12.
7).-José Ruiz Cases, "Sesea", ha publicado una carta inédita de Miguel Hernández y Carlos Fenoll dirigida a Justo García Morales, procedente del legado de Justo García Soriano. Está fechada en Orihuela el 6 de marzo de 1930 y resulta interesante porque revela cuáles eran por estas fechas sus intereses literarios: "Nos aconsejas debemos leer a Vicente Medina, Salvador Rueda, Villaespesa, Rubén Darío, Espronceda y el gran autor de las Rimas; nosotros hemos leído escasas composiciones de todos los autores pero no obstante haberlos estudiado poco, somos fervientes admiradores de los indicados y, además, de Núñez de Arce, Campoamor, Gabriel y Galán y Zorrilla". Vid. Una aproximación a Justo García Soriano. Con pecho de acero, Orihuela, Ecotonner Impresores, 2009, p. 115.
8).-Vid. María Dolores García Selma. Carlos Fenol!: Vida y obra, Alicante, Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, 2000. También Vicente Ramos, Literatura alicantina..., cit., pp. 266-271; José Guillén García y José Muñoz Garrigós, Antología..., cit., pp. 179- 192. Un retrato del hombre y del poeta Carlos Fenoll, trazado con extraordinaria lucidez, puede leerse en José Luis Zerón Huguet, "El sino encadenado", La Lucerna, n.° 41 (diciembre 1995), pp. 24-25. Y, en general, todo ese mismo "Número dedicado 3 Carlos Fenoll".
---------Tomado de........
(Fragmento del artículo de José Antonio Torregrosa Díaz, titulado "La literatura en la Orihuela de Migue Hernández" 2011 pp.244-247)