Ramón Palmeral
El próximo 28 de julio se cumplen los 140 años del
nacimiento de Gabriel Miró Ferrer
(1879-1930), y recuerdo el bodrio de la remodelación del busto
histórico-literario de Gabriel Miró
que inauguraron en Orihuela el domingo 5 de noviembre de 2017, por las
autoridades municipales. Los trabajos los llevó a cabo la restauradora oriolana Maite Gilabert,
por encargo de dicho Ayuntamiento (Diario Información, 6-11-201). Las
obras antiguas son así, su belleza radica en los rasgos que deja la pátina por
el paso del tiempo. En lugar de limpiar los depósitos calcáreos, detener
la corrosión y la oxidación que tenía en su superficie, van y lo dejan
como de bronce dorado (seguramente cobre pulido) acabado de hacer, o sea, que
ha perdido 85 años de antigüedad con un lifting de rejuvenecimiento. ¿Acaso
no hubo un informe del arqueólogo oficial? ¡Increíble pero cierto!
Las restauraciones del Patrimonio en una
localidad se deben someter a la legislación vigente Ley 16/1985, de 25 de
junio, del Patrimonio Histórico Español, y si no fuera así, o con los
principios estéticos y los razonamientos más simples y elementales, y me estoy
refiriendo al bodrio que han hecho en Orihuela con la restauración o
remodelación del busto histórico de Gabriel Miró del
escultor murciano de Librilla
José Seiquer Zanón (1902- ¿? ) en bronce inaugurado el 2 de
octubre de 1932 sobre pedestal en arenisca de Adolfo Pérez León. Que ganó un
concurso público. Es decir, que no estamos hablando de un busto cualquiera de
los que se pueden ver en algunas ciudades de autores anónimos, sino un busto
que pertenece al Patrimonio Histórico y Literario de Orihuela. Ahora
hemos pasado de un busto de bronce original y antiguo, a un busto dorado,
efectista, nuevo, no sé con qué materiales está recubierto, ha queda como
recién fraguado, ya no es la obra de Seiquer. Es como si al Oriol
(pájaro oropéndola) que corona el Estandarte de la ciudad, le dan una mano de
oropel. A nadie se le ocurría repintar las esculturas griegas o romanas,
los bronces de Bernini o el David de Miguel Ángel, o recubrir el mármol de la
Venus de Milo con una pátina dorada, o le tapáramos los descubiertos senos con
un bikini.
Lo que sucede es que los asesores de esta
restauración son políticos y no tienen ni idea artística de restauración y cometen
estos bodrios. Por ejemplo, en arquitectura, cuando se restaura una vieja
muralla se dejan a la vista las piedras antiguas, diferentes del repellado de
lo nuevo, para que se diferencien las dos obras. Esto es lo mismo que
hicieron con el teatro romano de Sagunto, aprovechar un antiguo teatro romano
para hacer uno nuevo del siglo XX. En definitivas, que lo que se han hecho en
la restauración o remodelación del antiguo busto de Gabriel Miró es un bodrio
escandaloso. ¡Aquí y en Pekín!, y ya no tiene solución. Una cosa es limpiar
y reparar y otra restaurar para dejarlo nuevo, como si el tiempo no hubiera
pasado por él. El peligro es que cualquier día le dan una mano de dorado al
Oriol de plata que desde el siglo XVIII corona el Estandarte de
Orihuela.
¡Qué dirían Seiquer, Ramón Sijé, Augusto Pescador,
José Martínez Arenas, Miguel Hernández, Francisco Pina, Carlos Fenoll,
Jesús Poveda... si levantaran la cabeza!
Relación de Gabriel Miró con Orihuela
Gabriel Miró era hijo de la oriolana
María Encarnación Ferrer Ons (1851-1931), fue colegial en Orihuela desde los 7
años de edad, que ingresa como alumno interno en el Colegio Santo Domingo de
Orihuela, regentado entonces por la Compañía de Jesús, en el que permanece desde
el año 1887 al año 1892. La estampa: “El señor Cuenca y su sucesor”, escrita en
1908, y publicado en el libro “Libro de Sigüenza” de 1917, sitúa el
relato en los años de internado de Miró en el Colegio citado. Es autor
de una gran novela, dividida en dos tomos por exigencias del editor: Nuestro
Padre San Daniel (Novela de capellanes y devotos), 1921, y El
Obispo Leproso, 1926, que se ambientan en Oleza del río Segral, que,
no es otra, que la clerical Orihuela del río Segura, sede obispal en
siglo XIX. La influencia estética de Miró en los jóvenes oriolano como
Balaguer, Sijé y Hernández, es manifiesta, por ello organizaron la inauguración
del busto y el cuaderno “El clamor de la
verdad” y otros actos y lecturas.
Homenaje a Gabriel Miró en Orihuela en 1932
El 22 de julio de 1931
se levantó acta para componer el comité ejecutivo del homenaje a Gabriel Miró,
integrado por José María Ballesteros Meseguer, Ramón Sijé, Augusto
Pescador, y Miguel Hernández (que no estaba en la primera comisión,
sino que se unió después) y otros intelectuales oriolanos, y al efecto, se
convocó un concurso público entre escultores levantinos para realizar un busto
que recayó en 1932 en el escultor murciano de Librilla José Seiquer Zanón,
vinculado a Orihuela por estar casado con María Lucas Parra, de conocida
familia oriolana.
Para la inauguración del busto,
acordado para el 2 de octubre de 1932 en la Glorieta de Gabriel Miró se invitó
como orador al periodista Marcelino Domingo Sanjuán, pero por
imposibilidad de su asistencia, se invitó en su lugar al falangista Ernesto
Giménez Caballero, amigo de Ramón Sijé, que se presentó con la casina
falangista azul Mahón, en cuyo acto hubo una polémica o encontronazo con
el poeta Antonio Oliver, el marido de Carmen Conde, que había venido desde
Cartagena con un grupo de amigos donde estaba la bella poeta de La Unión,
María Cegarra Salcedo, de la que Miguel Hernández se quedó prendado, y a la que
le escribió varias cartas y también le dedicó el primer soneto de “El rayo
que no cesa”. Cartas a las que ella no respondió, pero esto es otra
historia. Para esta celebración se publicó un cuaderno: “El clamor de la
verdad” con el subtítulo: “Cuaderno de Oleza consagrado a Gabriel Miró”.
Donde colaboraron los más destacados poetas oriolanos y cartageneros, en cuya
portaba aparece un retrato de Gabriel Miró y en su interior una fotografía con
el busto realizado por José Seiquer Zanón.
Posteriormente, Ramón Sijé, publica un
artículo titulado: "Oleza pasional natividad estética de Gabriel
Miró", en el semanal la Republica
de Cartagena, 18 al 27 de octubre de 1932, de una conferencia dada en la
Universidad Popular de Cartagena. En revista “El Gallo Crisis” número I el Corpus de 1934, en el primer artículo:
“Cuerpo de Cristo, bocado de cardenal” se recoge una cita de Gabriel Miró de la
estampa “Campos de Tarragona” en el “Libro de Sigüenza”, y un artículo
titulado: “Oleza pasional natividad estética de Gabriel Miró”, en el semanal la
“Republica” de Cartagena, 18 al 27 de octubre de 1932.
Datos biográficos del escultor José Seiquer Zanón
Gracias a las
investigaciones de Julio Calvet Botella autor de "Ramón Sije (Semblanza)",
2008, sabemos que José Seiquer Zanón fue bautizado en la iglesia parroquial de
San Bartolomé de Librilla, provincia de Murcia, el 14 de septiembre de 1902 y
le pusieron por nombre José María Juan de la Cruz Bartolomé, hijo
legítimo de Tomás Seiquer Pérez, médico cirujano titular de Librilla y de
Dª Elvira Zanón Mira, nacio José el 8 del mismo mes y año.
A la edad de
dos años, la familia se traslada a Murcia. Ya mozo y guiado por los consejos de
su padre, que además de médico, era un pintor aficionado y muy amante de las
Bellas Artes, decidió José dedicarse al estudio de la escultura,
para lo que marcha a Valencia, ingresando en la Escuela Superior de Bellas
Artes de San Carlos, cursando los estudios de su especialidad y obteniendo
además el título de profesor de dibujo. Fueron sus maestros entre otros el
escultor valenciano Mariano Benlliure. En 1930, marchó pensionado por la
Diputación Provincial de Murcia, a París. A su regreso fija su residencia en
Madrid, aunque más tarde volvió a Murcia. Tras la Guerra Civil, fue designado
director de la Escuela de Artes y Oficios de Murcia, obteniendo por oposición la
cátedra de Composición decorativa (escultura), en 1946, desempeñando dicha
dirección hasta 1970. Desconocemos la fecha de su fallecimiento.
La vinculación
de Seiquer con Orihuela, es consecuencia de su matrimonio con María Lucas
Parra. En un taller de Murcia talló el Cristo Yacente realizada en madera
policromada que se halla en la Catedral de Orihuela, obra que recibió el
premio Salzillo en enero de 1942, concedido por la Diputación Provincial de
Murcia. Al llegar la sagrada imagen a Orihuela en la Semana Santa de ese mismo
año (entre marzo y abril), el poeta «olezitano» Carlos Fenoll compuso un
bellísimo y espiritual poema que se publicó en la revista Momento de
la Semana Santa, dedicado a Juan Bellod Salmerón, del que se destacaría
la estrofa:
¡Y esa mano, y esa mano que
muerta,
mas no del todo fría,
levemente entreabierta bendice todavía!
La desafortunada
restauración del busto dorado de Gabriel Miró
Que sea legítimo
restaurar el busto de Gabriel Miró de 1932 no quiere decir que sea estético y
legal de acuerdo a los principios generales de la restauración de acuerdo a
Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español que en el
artículo 39.3 dice:
«Las restauraciones de los bienes a que se
refiere el presente artículo respetarán las aportaciones de todas las épocas
existentes. La eliminación de alguna de ellas sólo se autorizará con carácter
excepcional y siempre que los elementos que traten de suprimirse supongan una
evidente degradación del bien y su eliminación fuere necesaria para permitir
una mejor interpretación histórica del mismo. Las partes suprimidas quedarán
debidamente documentadas».
Pienso, sinceramente, como oriolano de corazón que, el busto de Gabriel
Miró, realizado por el escultor Seiquer, en 1932, era una obra
patrimonial histórico-literario tan digna y relevante como el propio Oriol del
Estandarte de Orihuela, que lamentablemente se ha perdido, y que, considero que
se debió limpiar y conservar en lugar destacado del Ayuntamiento para
preservarlo de su deterioro y haberlo sustituido por una copia, obra menor que
es lo que han hecho actualmente.