Carlos Fenoll, por Palmeral 2012

lunes, 24 de diciembre de 2018

Portal del Centenario de Vicente Ramos, amigo de Carlos Fenoll


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    Carlos Fenoll entre Manuel Molina (izquierda) y Vicente Ramos a su derecha (Orihuela 1946)

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(Artículo de Vicente Ramos sobre Carlos Fenoll, para La Lucerna, dirigida por José Luis Zerón)

Me pides, querido José Luis [Zerón], con letras apremiantes un artículo sobre Carlos Fenoll para el número 41 de La Lucerna, y como tu urgencia es máxima, suma va a ser también mi brevedad.
He dicho muchas veces y ahora repito con compla­cencia que mi conocimiento personal de Miguel Hernández, Carlos Fenoll y Adolfo Lizón lo debo a Manuel Molina: a Miguel y a Adolfo, en plena guerra civil 1936-1939; a Carlos, en el amanecer de la paz, cuando Manuel Molina, Francisco García Sempere, Rafael Azuar y yo nos dispo­níamos -enero de 1940- a sacar Arte Joven, la primera revista literaria de la España de aquel entonces.
Tres años más tarde -enero de 1943-, Molina y yo iniciamos la publicación de las hojas Intimidad Poética, en cuyo número de abril colaboró Fenoll con su poema La hora maldita.
En la Semana Santa del año siguiente, pasé , con Molina y Fenoll, un día en Orihuela, consagrando horas inolvidables a conversar con Gabriel Sijé, que me hizo llegar, tiempo más tarde , La estancia silenciosa, página estremecedora dedicada a su hermana y que dimos a conocer en nuestra revista Verbo (octubre-noviembre de 1946).
Poco después de la citada visita, me escribió Carlos, incorporado a la humildísima empresa de Intimidad Poé­tica, para decirme -11 de abril de 1944-, entre otras cosas:
"Verás cómo he hecho la distribución de los pocos ejemplares que quedaron en mi poder (alude al número de marzo): A mi hermano (que yo creí que se lo habíais dejado vosotros), uno, con su correspondiente boletín- que no sé si me lo entregará a mí con la cantidad que haya puesto en él o si te lo enviará a tí directamente. Uno, acompañado de diez o doce boletines, a Antonio García. Este muchacho es el que estudia en Murcia y quedó en hacer lo posible por suscribir a varios amigos de allí. Dos que he tenido que vender a unos muchachos curiosos. Claro que yo les he dicho que lo interesante es que se suscriban, y ellos me han prometido hacerlo si les gusta ese número -y les ha de gustar-; al efecto, les he entregado un boletín a cada uno. A la librería he llevado dos números -los queme quedaban- . Al dueño -que, por cierto, es un buen aficionado a la literatura- le ha parecido la revista excelente de presen­tación, de contenido y de precio. De precio, barata. Lo es, indiscutiblemente, a peseta. Lo que no le ha parecido bien es que le haya llevado dos números solamente. He quedado con él en que si os quedan ejemplares le traeré veinte, treinta, mil: un puñao, en fin. Así que ya sabes, si os quedan disponibles, mándame, y puedes enviarme tam­bién los libritos que quieras de la colección Leila.
En mi poder, dos pesetas. Las uniré después al total de venta de la librería. Espero, naturalmente, que la siembra arraigue bien por estos terrenos y no tardes a recibir bastantes boletines más o menos expresivos en pesetas.
En la primera carta que te escriba te mandaré un trabajo de Gabriel Sijé y un poema mío."
(El poema es El canto encadenado, aperecido en Intimidad Poética en su número de abril-mayo de aquel 1944, y que reproduzco, habida cuenta de su carácter definitorio:
"Cuántas constelaciones de claras hermosuras rodando por mi mente sin posible destino jamás podré crearlas con tantas ligaduras que me anilla en el alma mi trabajo asesino.
Me hace trocar el oro del cielo por el cobre del mundo material; me amarga y desespera cuando, duro y brutal, me hace dos veces pobre, robándome el ensueño, la luz, la primavera.
Nada puedo contra él: dos niños corazones -arroyuelos que cantan la misma sangre mía- y el amor a mi esposa son las grandes razones que estrangulan mi grito de ansiada rebeldía.
Deseando la paz, quiero aplacar mis sueños, borrarlos, como borra la aurora las estrellas, pero, igual que la espuma, son vanos mis empeños: germinan sin descanso, renacen como ellas.
Cantaré entre herramientas de fatiga y quebranto, ya que un fuego inmortal, divino, me lo ordena. Pero siempre habrá un dejo de amargura en mi canto mientras llore mi alma su pesada cadena."
Fechada el 6 de mayo del mismo año, me llega otra carta de Carlos:
"Gabriel Sijé, desde pocos días después de estar vosotros en ésta, se encuentra delicado, y yo no te he escrito hasta ahora esperando su trabajito inútilmente.
Recibí el paquetito con los ejemplares de Intimidad y de la colección Leila, e inmediatamente los llevé a la librería. Hasta la fecha se han vendido cuatro o cinco ejemplares. Los que queden ala semana que viene pienso mandártelos con las pesetas que se hayan recogido, si a ti te parece bien, y si quieres que los deje me lo dices. Como es natural a mí me hubiese gustado enormemente que se hubiesen vendido todos y que cuantos tienen boletines respondieran ampliamente, pero estas cosas de la litera­tura son desgraciadamente así.
Te adjunto un poemita mío."
Justino Marín Gutiérrez (Gabriel Sijé) falleció en Orihuela el 20 de junio de 1946. El 25 publiqué en el diario "Información" mi Ofrenda a Gabriel Sijé, y, el 11 de di­ciembre, me escribió Carlos:
"Ante todo , gracias perfumadas del alma femenina, cuya blanca y misteriosa poseedora es la hermana de Sijé, también hermana del Silencio, de la Soledad y de la Luna, y manantiales de gracias de mí por el simpático lo antes posible de tu contestación a nuestra demanda de las señas de Carmen Conde. Le he escrito a la dirección de Vicente Aleixandre, según me dice, siguiendo tu indicación.
Y otra vez gracias de mí por tu sincera complacencia ante la venda caída , o prisma diabólico de mis ojos morales.
    Tu alma en luz. Esta breve y certera frase tuya refiriéndote a mi nueva situación moral se me ha clavado en la memoria como una flecha de oro, y me la repito no sé cuántas veces al día, porque, en efecto, mi alma está en luz, y ve la gloria de una maravillosa resurrección: todo lo que antes creía muerto para mí -y era hasta lo más hermo­so-, ahora resplandece, me sonríe y me llama. Y yo voy, gozoso, irresistiblemente, hacia todas las bellas cosas eter­nas, con la admiración y el entusiasmo invencibles de los que vuelven del infierno."
En agosto de 1947, Carlos traslada su domicilio a Barcelona, y, para que no se produzca un posible retorno, toma una drástica medida: "He quemado las naves -confiesa a Molina el 23 de julio-: he vendido la casa y los muebles. De esta forma es como no se regresa."
Pero la relación epistolar sigue y de vez en cuando nos regala su colaboración literaria. Así, verbigracia, su presencia en el homenaje a Gabriel Miró con el poema Recordando a Gabriel Miró en el XIX Aniversario de su muerte ("Ifach. Anejo liteario del Instituto Social Obrero". Alicante, mayo-junio de 1949).
Con ocasión de enviarle nuestra edición -1951- de Seis poemas inéditos y nueve más , de Miguel Hernández, muéstrase Carlos dolorido por la actitud adoptada respec­to a la creación poética: "Me alegra -nos dice el 28 de agosto de dicho año- poder guardar ahora estas cosas de Miguel, que he tenido tantas veces y otras tantas las he perdido por mi incurable dejadez (...) Algo terrible, que yo, menos que nadie, me perdono.
No tengo por menos que admirar vuestra labor en Alicante, vuestro espíritu activo. Me dais envidia y me hacéis sentir íntimamente la vergüenza de mi casi de­serción y mi total pérdida de tiempo.
Propósito de enmienda: volveré a empezar maña­na... ¿Pero yo tengo enmienda?"
Quisimos que Carlos Fenoll trazara un epílogo -era el más indicado para ello- a este libro, en el que Manuel Molina, Miguel Abad Miró, Ricardo Fuente y yo pusimos todo nuestro entusiasmo. No lo conseguimos. Pero algunos meses más tarde -el 26 de febrero de 1952-, al recibir mi Honda llamada, me reveló la causa de su silencio. He perdido el tiempo: después de varias tentativas, he re­nunciado por completo. No puedo hacerlo. No me sale lo que quiero. No le encuentro interés a lo que escribo. Estoy seco vacío, hasta la angustia. Yo -me digo- estoy muerto, más muerto que Miguel. El vive en su obra, y yo tengo el funesto presentimiento de que no realizare ya
ninguna.                                               ,
Perdóname, mejor, compadéceme con toda tu alma Vicente... Mi vida ha sido bien estúpida y ahora cosecho el fruto- un remordimiento casi constante pos casi todos mis actos, con el amargo sabor de saber que soy impotente para superar este estado de alma. Esto es lo que debe sentir el que , por pereza, una pasión viciosa u otras causas tiene conciencia de que no ha cumplido con su deber En fin , creo que cometo un abuso contándote desagradables motivos de mi ruina moral. Otra vez te pido perdón."
Mi Literatura Alicantina (1839-1939), primer pre­mio "Azorín" de la Diputación de Alicante, (Barcelona, Alfaguara, 1966), llevó hasta su mundo interior una sa­ludable ráfaga de alegría, y a este sentimiento responde su carta del 7 de abril de dicho 1966: "Y gracias muy íntimas , por tu precioso regalo, tu libro precioso; por la dedicatoria^ escrita con espíritu y verdad -con el viejo y fraternal abrazo- y por el generoso espacio que me dedicas en las páginas de tu obra. Generoso espacio y generosas palabras que han sugerido a mi mujer esta ingenua re­flexión: "¿Ves? Este chico te ha hecho inmortal, y sin hacer tú nada." En efecto, restando el impulso espiritual , de gran valor sin duda, no he hecho literalmente nada que valga la pena. No pude hacer más, es decir, mejor bien a la poesía, por la poesía, que no insistir en escribirla".
Una vez más engañábase Carlos, pues, como le pedí en mi respuesta (7 de mayo): "dile a tu mujer que la inmortalidad de tu nombre te la has ganado con todo merecimiento, porque sí has hecho por la poesía , y lo has hecho muy bien."
Carlos Penoll Felices, que nació en Orihuela el 7 de agosto de 1912, falleció en Barcelona el 31 de diciembre de 1972.
Haciendo memoria de su alta calidad humana y
lírica, escribí:
"Hay algo en Orihuela que jamás comprenderemos. Así nos ocurre también con sus hijos, ardidos en un fuego inconcebible. Ramón, Miguel, Gabriel, tú... .unidos ya en lo eterno. Y fuiste tú, Carlos, quien impulsaste esa trilogía solar que te ha precedido en la muerte. A ellos ofreciste el corazón, horno encendido al máximo de generosidades. Y tú fuiste la llama que mantuvo aquel singularísimo lar, y lo hiciste con tan suprema elegancia que muy pocos re­pararon lo suficiente en la grandeza de tu luz. Los más casi te desconocieron, casi te olvidaron, al saberte lejos, mientras tu ciudad, tu Orihuelica, seguía año tras año ahogándose en perfumes y en indiferencias...
Tu impulso espiritual se trocó en semilla fecunda. Y ha de llegar el día en que toda Oleza sea un bosque de llamas, consagrado a vosotros, los que esculpisteis su nombre en páginas inmortales; los que, por ella, habéis gozado de todos los júbilos de un pueblo en resurrección y, de igual modo, sufrido esa larga noche de los agonizantes (...) ya has partido, Carlos Fenoll; ya estás de nuevo con tus compañeros del alma. Aquí has dejado tu voz, tu palabra inmortal, la huella de tu penada vida, el amor que sembraste en tus amigos que jamás te olvidaremos. Des­cansa en paz."
Y para ti, José Luis, que alzas su nombre tan que­rido, mi abrazo de gratitud.

(Carta de Vicente Ramos)