Carlos Fenoll, por Palmeral 2012

martes, 17 de abril de 2012

UN ACTO SIMPÁTICO. DESPEDIDA DE MIGUEL HERNANDEZ, Ramón Sijé

Carlos Fenoll participó en recital de despedida a Miguel Hernández, el 28 de febrero de 1934.

En marzo de 1934 el mes fijado para emprender el segundo viaje de Miguel Hernández a Madrid. El 28 de febrero, sus amigo le ofrecen un homenaje de despedida, acto que describe en el siguiente e inédito texto de Ramón Sijé:

UN ACTO SIMPÁTICO. DESPEDIDA DE MIGUEL HERNANDEZ
Miguel Hernández, serio valor levantino, vuelve a Madrid. El Robinsón literario de España saludó con un grito de es¬peranza al delicado poeta que Hernández lleva dentro. Cumple, pues, a sus amigos el realizar este acto de reconocimien¬to y admiración.
Así rezaba el programa, sencillo y simpático. Y así fue el acto —reconocimiento y admiración—, que se celebró ante un grupo selecto y escogido en el salón de actos del Círculo de Bellas Artes, a la sombra del padre Rubéns y del padre Goya.
Unos aplausos: José María Ballesteros comienza a hablar familiarmente, construye el edificio de la literatura oriolana sobre tres columnas: Clavarana, Gea, Henández (¿Y Sarget, Ballesteros?... ¿Y Vd. mismo?, respeto su opinión, pero no la comparto).

Otros aplausos: Carlos Fenoll, poeta enlutado y blanco panadero, saluda líricamente a Hernández, al hermano; luego habla —o canta— con la voz del de Moguer.

Nuevos aplausos: Ramón Sijé va a pintar un retrato y a cerrar tres paréntesis —descentralización literaria, concepto de la poesía, valor psicológico de la epístola.
Comienza con la parábola del pozo, una parábola cuasi- wildeana, contraponiendo la potencia del pozo estético a la impotencia suya, del orador. Habla de la provincia y de Ma¬drid: de su centralismo literario y de la servidumbre de la poesía. Luego, emocionadamente, subraya sus relaciones y amistad con el poeta Hernández. Ramón Sijé se dispone a cerrar el segundo paréntesis. Galopa a grandes zancadas sobre bellos conceptos de Platón, Manzoni y Ortega, i Las vestiduras y el cuerpo de la poesía! Y eclécticamente mues¬tra su concepto de la poesía: eco intelectual de un sentimien¬to. Juan Ramón es un hito en la vida de nuestro poeta. ¡Abajo el regionalismo poético! ¡Elevad los espíritus y pron¬to! Miguel Hernández “emproa” hacia el universalismo, hacia la “incircunscritez”. Cierra, luego, su tercer paréntesis, men¬tando los epistolarios Valeriano y teresiano. Lanza por los cielos de Levante una estrella de siete puntas: sus altas —las del poeta, se entiende— cualidades sentimentales. Os pido por el poeta, tímido como Azorín, callado como Remy de Gourmont; campesino como Virgilio; sereno como Fray Luis. Os pido por él, que es pedir por Orihuela, tanto tiempo callada —cual dama viuda que no quiere nuevas bodas— en la literatura y en la Historia.
Al terminar, Miguel Hernández, casi llorando, abraza a Ramón Sijé. Éste envía las lágrimas, como florido ramillete, a la madre del poeta. Suenan calurosos aplausos —en este mismo mes se mató Larra, y también en este mes se cum¬ple el primer centenario del nacimiento de Goethe—, y Mi¬guel Hernández canta —entre emociones y pensamientos— versos de Rubén, Alberti, Medina, Nervo, Juan Ramón, Camín. Ramón Sijé lee finalmente la Muerte de Flor-de-Ro- cío, de Miguel Hernández, que el poeta escribió, recordandoa una hermanita suya difunta. Y termina el acto, sencillo, simpático. —R. S.— Alcance: El Ayuntamiento de Orihuela, a petición de nuestro querido compañero Serna, concedió 1 una pensión de 50 pesetas para que Hernández estudie y se depure en Madrid. Muchas gracias.

NOTA
Vicente Ramón, "Miguel Hernández", Gredos, 1973, pp. 139-141