La mujer de Carlos Fenoll se llama Ascensión Ávila Martínez (también oriolana nacida el 24 de febrero de 1914), hija de Cayetano Ávila Fonts y Montserrate Martínez Cuadrado –conocida como la Valera-. Para abreviar, Carlos llamaba a su mujer cariñosamente Concha, porque el nombre de Ascensión implica más esfuerzo verbal. Tuvieron cuatro hijos: José Antonio, que nació en Orihuela el 13 de diciembre de 1935; Carlos, también nacido en Orihuela el 18 de julio de 1941; Vicente Luis, oriolano del 17 de febrero de 1946; y Julián, nacido ya en Barcelona el 6 de enero 1951 (el "último-génito", como le llamaba el padre). .
Fue su mujer, Ascensión, la que crió a los hijos y quien le levantó la moral en momentos de desánimo e incertidumbres. Mujer valiente, fuerte y longeva, actualmente tiene 98 años y reside en Barcelona con sus hijos. La descendencia Fenoll-Ávila ha sido muy numerosa. A fecha del centenario podemos contar 19 nietos, 10 biznietos y 2 tataranietos.
Cuando se casó con Ascensión, se fueron a vivir a la calle del Horno de la subida de San Miguel, a una casa cedida por los padres; tenemos el siguiente relato de quien fue su vecino, el hoy escritor oriolano Antonio Colomina Riquelme.
(Foto reciente de Ascensión Ávila, vive en Barcelonas. Aquí la tenemos junto a dos de sus nietas. Archivo Facebook de la página Vicente-Luis Fenoll)
¿Por qué le llaman familiarmte los poetas Concha a Ascensión Ávila?
No lo cuante Jesús Poveda en la página 92 de su libro "Vida, pasión y muerte de un poeta: Miguel Hernández", 1975.
[Miguel Hernández ] Nos tenía al tanto de todo. Nos había hecho, en cierta ocasión, un retrato hablado de la poetisa Concha Méndez, su impresora, mujer ésta [esposa de Manuel Altolaguirre], por lo visto, alta y llenita de carnes.
Como la esposa de Carlos Fenoll, Ascensión Avila, era todo lo contrario que aquella mujer poeta, de talle como de junco que se puede quebrar, es decir, delgada; aunque su parecido físico nada tenía que ver con la poetisa madrileña, no sé por qué se me ocurrió que a ella, Ascensión, la deberíamos de llamar nosotros Concha, como la de Altolaguirre, pues también merecíamos tener en nuestra tertulia de poetas una Concha. . . Y con Concha se quedó, y así también se acostumbró Miguel a llamarla.
Ahora que la hemos podido besar en Barcelona [1974], mi mujer le preguntó: Bueno, y a ti, ¿por qué te llamaban "Concha"? Contestó rápida: ¡Ah, porque así me llamaban los poetas! . . .