Es necesario en este centenario (1912-2012) recopilar la obra dispersa del inmortal poeta oriolano, como así cuantos artículos, reseñas, oponiones y comentarios se han publicado sobre él. Esta es ocasión única para recoger inéditos. Y reclamar la publicación de sus Obras Completas. Somos fenollianos. Portal dirigido por Ramón Fernández Palmeral.
viernes, 20 de julio de 2012
"A la memoria de Carlos Fenoll", por Manuel Molina
(Revista Idealidad II, Época, nº 178, enero 1973)
TEXTO:
Últimas cartas de Carlos Fenoll
Carlos Fenoll Felices nació en Orihuela el día siete de agosto del año 1912, y murió en Barcelona a finales del año 1972. Ya desde niño fue dedicado a la faena familiar, al horno panadero que sus padres poseían en la calle de San Juan, primero, y más tarde, y durante muchos años, en la calle de Arriba. Desde la tahona, Carlos iba, de niño, a repartir la tierna mercancía por el centro de la ciudad, por las calles principales donde se agrupaban los escaparates de tejidos, de comestibles y dé la rica confitería oriolana.
Su fantasía de niño, de adolescente, transfiguraba los cuadros que tenía a la vista, en parcelas del paraíso, en joyas y angelerías, que le hicieron inclinar sus gustos por la belleza y el arte. Por ello, su orfandad escolar -me dijo- la suplió aprendiendo a leer en los letreros comerciales, ayudado por los transeúntes que le facilitaban los nombres las vocales y de las consonantes y de su ayuntamiento verbal.
Muy joven, se arrimó al horno y empezó a cumplir su oficio a la manera de una ceremonia. El naufragio del fuego, el aroma de la tierra campesina, el crepitar de la leña, y su gobierno con la pala-batuta de aquel concierto infernal, le hicieron sentirse héroe de un mar fantástico. No menos atractivo ejerció en él la flor del trigo, la suavidad de la harina blanca, dorada, morena; la masa rebelde, áspera al principio de la labor, luego mansa, dócil, modelada por sus manos de artista. Todo esto fue al prin¬cipio un rito sabroso para su alma incipiente, para su inicial deseo de creación.
Como sus antepasados, como su padre, fue un artesano cabal. Pero, como a su padre también, le picó en la palabra el deseo de la canción, y muy pronto le brotaron los pareados, las cuarte¬tas, con la naturalidad y la sencillez de la gracia misma.
Pronto so dio cuenta Carlos Fenoll que no podía resignarse a ser un simple coplero, un versificador ocasional. La poesía lo reclamaba, le exigía una aten¬ción cada vez, más constante, un estudio profundo, un conocimiento verdadero. Pero a la vez su trabajo se había dupli¬cado, luego multiplicado con la muerte de su padre, con la llegada del amor y del hijo, con las bocas que crecían en su torno. Juvenil entonces, no se dejó vencer, y ya que él no podía acudir a las bibliotecas, a las tertulias, a los amigos, de la mano de su simpatía, lo acarreó todo allí, los juntó en su laboratorio de sudor.
Ya he contado en diversas ocasiones la historia de la tahona de Carlos Fenoll. Allí nació la poesía eterna de Orihuela. Allí se juntaron los panes con las penas de la vida espiritual y de la muerte que no cesa. Y Carlos Fenoll quiso evadirse, borrarse de su nombre y de la poesía, y escapó a Barcelona, como emigrante anónimo, a trabajar en su oficio y olvidarse de todo. Antes había quemado papeles y recuerdos, prometiéndose no escribir nunca más.
La violencia que causó en su espíritu esta decisión ha sido el tormento an¬gustioso de los veinticinco últimos años de su vida. De las cartas que le logré arrancar con mi constancia latosa, transcribo unos párrafos recientes: Previamente he vuelto a leer tu carta fechada el 14 de noviembre, animosa, feliz…, Y la carta-cartón fechada el 30 del mismo mes, en la que, inesperadamente, acusas una gran depresión nerviosa, que, la que te lleva a extremos de despotricar contra ti mismo, cosa que 110 me gusta, que me asusta que te ocurra a ti, pues para depresivo, pesimista, asqueado de sí mismo ya hay bastante conmigo. Eso es usurparme mi infierno mi territorio maldito" (carta del 12-12- 1970).
“…por la sencilla razón de que tome las vacaciones el día 1 y lo he pasado muy distraído y muy a gusto por ahí, y por allá –últimamente por las islas Canarias- en compañía naturalmente de mi Concha.
Tenía verdadera necesidad este año de hacer de hacer las vacaciones cuanto antes, porque me encontraba ya bastante apurado de energías físicas y morales. Las necesitaba como urgente y única medicina. Ahora me encuentro sólo un poco mejor. Para reanimarme del todo hubiera sido preciso que el soplo durase dos meses más, por lo menos. Había demasiada ceniza para aventar” (Carta del 30-06-1971)
En otras cartas anteriores a ésta, me hablaba también de sus estados síquicos-depresivos, de su falta de voluntad, incluso, para escribir una carta, que, por otra parte, le atormentaba no escribir. Era- se adivinaba- una lucha negra entre el deseo y la potencia, entre la luz y la oscuridad.
Contra los fantasmas que abogaban su voz y su vida estuve luchando durante los veinticinco años de su agonía. Durante estos años —desde el 1947 que marchó a Barcelona— puse sus versos en todas revistas literarias en las que interviene, escribí artículos sobre su vida y su obra en la Prensa, y casi siempre fue nombrado en mis charlas literarias. En mis libros sobre Miguel Hernández ocupa el lugar que por derecho le pertenece, y en todo momento le ani¬mé a luchar para salir de su infierno.
Y tanto es así, que en nuestro último encuentro en Barcelona, me dijo: "No voy a tener más remedio que volver a escribir para renovarte el repertorio”. Fue el 20 de octubre del año 1971. Desde entonces va no tuve más noticias suyas. Su muerte ha clausurado definitiva¬mente la edad de oro de la poesía oriolana.
Por Manuel Molina 1973
Nota.-
Archivo de Gaspar Peral Baeza.