Querido Miguel -3 de marzo 1936-
[Orihuela].
He recibido la tuya (soy un
sinvergüenza) y quedo enterado de todo... (Y un bandido). Nada. Esto se hace así:
me arrodillo y pido perdón.
A las “otras” innumerables cosas: pequeñas cosas pupulantes e inevitables,
míseras imposturas en la cosa de uno, que tienen la mayor culpa de que no te
escribiera antes, las miro ahora con una mirada armada de odio, impotente,
porque son todas contra mí. Son como unos microbios fatídicos que corren la
base de la Decisión y dan como ella en tierra. ¡Oh, pero hoy se han jodio! Saqué el enmohecido y menguado espadín de mo
voluntad y ¡zas, zas! Me he quedado solo.
He cogido con un gesto de fanfarrona arrogancia la pluma y las cuartillas, he
encendido un cigarro para echar incienso de gloria sobre los cadáveres, que
siempre gusta de ser un poquito generoso al vendedor, y hete aquí, poeta, lo
que te cuento.
He hablado con tu hermana Elvira y sé de ti, incluso de que vistes una
chaquetilla corta de pana y unos pantalones apretados no sé cómo, fuera de lo
corriente, cosa que yo veo con simpatía, porque gusto también de unas miajicas
de extravagancia, que algunas veces se llama comodidad y alguna economía.
He visto y deseado tu foto. ¡Estás muy bien, chacho! Tu hermana me ha
aconsejado que te pida una ya que son 6 las que te han sacado. ¿Tú que tices a
esto?
Leí en el Sol lo que, refiriéndose a tus poemas de revista de Occidente,
decía de ti Juan Ramón Jiménez. Observo con íntima alegría cómo tu nombre va
colando cada vez por climas más altos y prestigiosos del mundo literario,
forzosamente caigo en el recuerdo de aquellos días que hablábamos de Juan Ramón
[Jiménez] como de un símbolo mimbrado, como de algo inaccesible, al pensar que
tú no solo andas por su maravillosa altura sino que le has superado el trino y
el sino de la poesía.
Me ha dicho tu hermana también que salías ahora, por ahora al empezar
marzo, en unas misiones pedagógicas, así que estaba en dos caminos: el de escribirte
o en el de esperar que Paco [Moreno] le escribiera a tu hermana diciéndole si
habías salido o no [para las misiones]. A cuenta de esto me quedo con la duda
de si recibirías mi carta o no.
Al cabo se decidió, puedo escribirte Josefina [Fenoll] ahora, al abrazar a tu hermana hubo también
lágrimas. Cuando le dijeron que habías venido Elvira se puso a temblar y
pensando si habrías venido tú con ella. Sé que has de serle dolorosamente
vuestro primer encuentro, después de la preciosa siega de la Yntrusa [no se
entiende].
Hoy, 3 de marzo, hace 4 años justos que se arregló con Josefina [Fenoll].
Iba ella por la calle Mayor con la canasta de los panecillos. Eran las
siete de la tarde. Pepito [Ramón Sijé] se le acercó y le dijo tímidamente estas
palabras: –¿Tienes frío?
Esta tarde van al cementerio mi hermana [Josefina Fenoll] y mi mujer
[Ascensión Ávila]. Llevarán flores y ánimo de rezarle mucho. Yo le he dicho a
Josefina que al venirse le pregunte con el pensamiento:
–Pepito, ¿Tienes frío?
Y así
empezará un nuevo idilio, a través de la bruma.
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La alegría particular que me
queda és (sic) la que dá (sic) la
inquietud espiritual que vive dentro de mí: lo mejor que yo he tenido vive
todavía: ¡inquietud!
Ahora he formado un cuadro artístico. Para
las presentaciones he alquilado un almacén de mucha amplitud y lo estoy
arreglando a propósito. Díe
[pintor y dibujante oriolano Francisco de Díe
García-Murphy], me va a pintar las decoraciones.
Entre el elemento femenino trabajará mi mujer, que no tiene que envidiar en
sensibilidad y gusto artístico a muchas actrices de carrera. Por lo pronto voy
a empezar representando teatro clásico, y luego, siempre algo selecto, por
ejemplo: un ensayo dramático, en un acto y en prosa, titulado “Sobre las
propias huellas”, de Carlos Fenoll “La intrusa”, de Maeterlinck y “Boda de
sangres” de Lorca. Ya te iré informando más delante de esto.
Mi voluntad parece que se va robusteciendo
con el hogar y el Hijo [José Antonio nació el 15 de diciembre de 1935 en Calle Horno de Orihuela]. ¡Áh, el hijo! No sabes:
estás que “da gloria de verlo”. Es muy inquieto. Ríe mucho y para él todo es
ajo. Cuando tenga cinco años saldrá a recitar versos en los teatros, sin querer
con esto que sea un niño prodigio. Por vanidad de Padre no. Flor inmensa
vanidad de artista que tiene uno.
Esperaba tu “Rayo que no cesa”. Ya sé por
tu hermana, y ya me lo había presumido al no encontrar noticias alusivas en los
periódicos, que no se ha terminado todavía de imprimir o algo de erratas has
tenido que rectificar en las pruebas. [“El rayo que no cesa se imprimió el 24
de enero de 1936 en la imprenta Héroes de Madrid].
Te advierto que me he hecho una biblioteca estilo cubista y la tengo
limpia de libros. Ni uno. Ni un periódico. Solo un retrato de mi mujer con el
nene y un vaso con violetas. Me he propuesto darle a tu libro el honor de
inaugurarlo.
Por lo que se refiere a Orihuela no te
puedo apuntar nada sobresaliente, sino és (sic) que el número de imbéciles sube
en proporciones alarmantes conforme se van desarrollando los venturosos tallos
de “la buen” sociedad. En la atmósfera que se respira lo mismo que en todo los
pueblos de España. Tufo picante de la Política. ¡Oh! Al Poveda [Jesús] filósofo
y poeta se lo tragó también este Dragón. Seguramente el no contestarle ni tu ni
Isla (mandó allí unas cartas) le ha desalentado [Revista Isla de Cádiz. Mejor
para todos).
Los tres en flor: mi hijo, mi mujer y yo te
vamos dando un abrazo sin respirar, magnífico de amistad verdadera
Firmado y rubricado.- Carlos
[Carta encontrada por Ramón
Fernández Palmeral en el legado de Miguel Hernández, de la Diputación de Jaén)