Carlos Fenoll, por Palmeral 2012

miércoles, 7 de marzo de 2012

La nostalgia del ser: el "Canto encadenado".


(Fotografía inédita. Carlos echando un pulso con su primogénito José Antonio, en Barcelona sobre 1968. Estas son sus verdaderas cadenas: sus hijos, que siempre estuvieron a su lado).



ANÁLISIS DE "EL CANTO ENCADENADO":
Hasta ahora nos hemos referido a poemas surgidos de la pérdida angustiosa de un tiempo y de un espacio. Pero el gran tema de los versos de madurez de Carlos Fenoll, oculto constantemente tras esta poesía de confesiones, se hace particularmente explícito en el poema titulado "Canto encadenado", de 1944. Es la añoranza de un ámbito en el que el poeta soñó existir: la palabra, que lo hubiera proyectado a un tiempo auténtico, a la memoria y al ser.
"Canto encadenado" aborda directamente la causa de todas las inquietudes del poeta: la creación como un imposible:

Cuántas constelaciones de claras hermosuras
rodando por mi mente, sin posible destino.
Jamás podré crearlas con tantas ligaduras
que me anilla en el alma mi trabajo asesino.


Estos cuatro primeros versos recuerdan muchos pasajes de poemas anteriores en los que Fenoll declaraba su ansia de crear y explicaba las razones que lo alejaban de la escritura, pero de manera particular enla¬zan con unos versos de 1942, del poema "A la mujer alicantina", en los que la frustración artística era ya un sentimiento consolidado y el poeta oponía literatura a vida:

...además de un sencillo y negro traje
tengo un mundo transido de belleza.


En "Canto encadenado" se profundiza en este sentimiento de derrota: el poeta se siente incomunicado con respecto al entorno, pero sobre todo dividido en su esencia misma. La fatalidad a la que a veces alude Fenoll ha cerrado su asedio y el silencio es un hecho consumado. "Canto encadenado" analiza la razón por la que el destino del poeta es más trágico que el del hombre Fenoll: a la carne en el mundo le queda el amor para sobrevivir, y en su despedida la fe y la esperanza, pero el poeta observa en el pasado, en el presente y para siempre el vacío y el olvido. El tiempo pasa y el hombre va consumiendo sus energías, y mientras el poeta, cuya misión para Fenoll es generarlas, se debilita entre herramientas de fatiga y quebranto. En el trabajo asesino que escinde su personalidad comprueba Fenoll su doble miseria:

Me hace trocar el oro del cielo por el cobre
del mundo material; me amarga y desespera
cuando, duro y brutal, me hace dos veces pobre
robándome el ensueño, la luz, la primavera.


La lucha entre la realidad y el deseo no plantea, sin embargo, la posibilidad de un dilema. El poeta no tiene contra quién luchar como no sea contra sí mismo:

Nada puedo contra él: dos niños corazones
—arroyuelos que cantan la misma sangre mía—
y el amor a mi esposa, son las grandes razones
que estrangulan mi grito de ansiada rebeldía.


Hay entonces un deseo de proyección en lo inmediato que consis¬te en quedar calladamente en esas razones afectivas. Pero el resultado es una paz aparente: esa conformidad u obligado deseo se vuelve contra quien lo busca y entonces la angustia se presenta como destino implacable:

Deseando la paz, quiero aplacar mis sueños,
horrarlos, como borra la aurora a las estrellas;
pero igual que la espuma son vanos mis empeños:
germinan sin descanso, renacen como ellas.


"Canto encadenado" se cierra con una reivindicación de la existencia poética pese a ese conflicto interior que se ha de decantar día a día hacia la realidad:

Cantaré entre herramientas de fatiga y quebranto
ya que un fuego inmortal, divino, me lo ordena.
Pero siempre habrá un dejo de amargura en mi canto
mientras llore mi alma su pesada cadena.

De alguna manera, "Canto encadenado" es el testamento literario de Carlos Fenoll. Como tal. permite completar el concepto de belleza analizado a propósito de algunos poemas de la segunda época. También el poema "Recordando a Gabriel Miró", dos años posterior, contribuye a ilustrar el sentimiento estético en Fenoll.
Para Carlos Fenoll, la creación es un acto totalmente contemplativo, un deleite espiritual. Por eso, tanto en "A la mujer alicantina" como en "Canto encadenado" se sirve de la palabra ensueño para explicar su predisposición creadora. Ensueño alude a un estado de gracia en la palabra poética, en la que se funden todas las significaciones positivas. Los distintos motivos poéticos que representan a lo largo de la obra de Fenoll esta vertiente ideal de su pensamiento se unifican en su idéntica capacidad de simbolizar pureza y perfección y responden a una con¬cepción única, a una postura evasiva de la realidad.

El ideal de Fenoll es la creación de un tipo de poesía que no nece¬site ser razonada por el receptor ni argumentada por el escritor. Pero él se siente incapaz de crear este mágico diálogo entre sensibilidades, porque ante todo se sabe ligado, y hasta esclavo, si atendemos a sus palabras en "Canto encadenado", de la realidad cotidiana y sus condiciones, y también porque se siente incapaz de instalarse en estados de inocencia indispensables para acceder a la esencia del mundo y de nombrarlo con las palabras más puras. Es entonces cuando el patrimonio del cuerpo —fatiga y quebranto— se sitúa sobre el del espíritu, cuando la poesía se convierte en sueño imposible. El sueño de la pala¬bra es la impotencia contra la realidad. La poesía, que a través de los sentidos y de los sentimientos puros pondría de relieve lo mejor del mundo y del hombre, es una utopía. Sueño y ensueño nunca llegan a coincidir y el deseo final que encontramos en "Recordando a Gabriel Miró", que es sed de poesía, nunca se hace realidad:

¡Oh manjar inconfundible!
El alma que lo pruebe
sentirá que la luz de la belleza
lo inunda para siempre.


Tanto en los poemas de desahogo espiritual como en los de acerca¬miento a ideales de belleza o perfección, la poesía de Fenoll transmite sentimientos de soledad y aislamiento insalvables, de mundo interior que no respira, y quizá la razón es este pensamiento utópico nunca renovado del escritor. Ni siquiera las distintas formas de interlocución que va usando, ya sean de signo estético, afectivo o religioso, expresan diálogos efectivos con la realidad, porque acaban integrándose en su mundo desolado o confirmando su incomunicación.

Nota
Ánalisis de María Dolores García Selma, publicado en las pp 96-99, de su libro "Carlos Fenoll. Vida y obra",Instito Aliantino de Cultura Juan Gil-Albert, Alicante, 2000