Carlos Fenoll, por Palmeral 2012

viernes, 2 de marzo de 2012

IN MEMORIAM


(Orihuela al pie de la sierra de la Muela)

Carlos Fenoll merece no sólo que se investigue y estudie su obra literaria, sino que se le rinda el homenaje debido a su indudable importancia en las letras alicantinas. Mas, ahora, dediquémosle un cariñoso recuerdo, partiendo de una de sus cartas, en la que me decía: «Y cómo vuela el vuelo del tiempo, Vicente».
Y digo que no vuela tanto, querido Carlos, como para que nos aleje de ese río de cordialidades que fue nuestra amistad, ya que el espíritu es superior al tiempo. Por eso —y ya me dirijo a ti, Carlos, como si pudieras escucharme o leerme—, quiero decir una vez más que tus sentimientos eran siempre tan luminosos que la vida se acogía a ellos y, en ellos, se transfiguraba en fruto. Y, en éste, perduramos.
Recuerdo una tarde con cálida luz de abril. Las calles silenciosas de tu Orihuela se desmayaban, agobiadas por un intenso amor de primavera. El cielo era un vastísimo horizonte azul perfecto, impasible, eterno. Los jardines, solitarios, se embriagaban con el vino que derramaba su propia y caudalosa belleza. Y nosotros —tú, Manolo Molina y yo— paseábamos como aturdidos. Apenas si podíamos pronunciar palabra alguna. ¿Cómo hablar —pregunto— si toda nuestra alma estaba cuajada de la tristeza que nos dejó el hermano muerto?

Hay algo en Orihuela que jamás comprenderemos. Así nos ocurre también con sus hijos, ardidos en un fuego inconcebible: Ramón, Miguel, Gabriel, tú... unidos ya en lo eterno. Y fuiste tú, Carlos, quien impulsaste esa trilogía solar que te ha precedido en la muerte. A ellos ofreciste el corazón, horno encendido al máximo de generosidades. Y tú fuiste la llama que mantuvo aquel singularísimo lar, y lo hiciste con tan suprema elegancia que muy pocos repararon lo suficiente en la grandeza de tu luz. Los más casi te desconocieron, casi te olvidaron, al saberte lejos, mientras tu ciudad, tu Orihuelica, seguía año tras año ahogándose en perfumes y en indiferencias...

Tu impulso espiritual se trocó en semilla fecunda. Y ha de llegar el día que toda Oleza sea un bosque de llamas, consagrado a vosotros, los que esculpisteis su nombre en páginas inmortales; los que, por ella, habéis gozado de todos los júbilos de un pueblo en resurrección y, de igual modo, sufrido esa larga noche de los agonizantes.

Recuerdo tu pena, tu pena que era la misma que destruyó a Ramón, a Miguel y a Gabriel, y aquí hago memoria también de la esperanza que alumbró tu vida: «Y yo voy gozoso —me dijiste—, irresistiblemente, hacia todas las bellas cosas eternas con la admiración y el entusiasmo invencible de los que vuelven del infierno».
Ya has partido, Carlos Fenoll; ya estás de nuevo con tus compañeros del alma. Aquí has dejado tu voz, tu palabra inmortal, la huella de tu penada vida, el amor que sembraste en tus amigos que jamás te olvidaremos. Descansa en paz.

VICENTE RAMOS
(«Idealidad», Enero, 1973)